Salimos de la Plaza Principal de Cochabamba a la 01:00 del domingo con la duda de saber cómo es en realidad el famoso TIPNIS. Una palabra, un lugar tan famoso y mediático como enigmático para la mayor parte de nuestra gente, incluso quienes acompañamos la VIII octava marcha de los indígenas en su ingreso a la ciudad de La Paz. Y es que justamente la mediatización de las cosas, de los hechos, de los lugares y especialmente de las situaciones nos juega una mala pasada.
Eran más de 30 periodistas de Cochabamba y otras regiones y ninguno sabía exactamente cómo era el lugar en el que se desarrollaría la inauguración formal del proceso de Consulta Previa sobre el TIPNIS, sólo se sabía que serían unas 10 horas de viaje por tierra y un último tramo en canoa y por el río.
A las 04:30 llegamos a Villa Tunari, pausa, y 2 horas y media después estábamos en Eterazama. Siete de la mañana desayuno (un asado con huevo y chorrellana), después hacia Puerto Libertad. Del bus al taxi contratado para un recorrido de media hora por senderos enlodados y sinuosos en medio de la selva y bordeando el río Isiboro. Unos 200 metros a pie por el lodo y a una canoa. Luego por el mismo río 30 minutos más y, finalmente, niños en las riveras, en los ingresos a sus hogares, a su comunidad nos anunciaban la llegada con las manos en alto, saludándonos.
Unas diez horas después de la partida estábamos finalmente en San Miguelito, una comunidad indígena Mojeño-Trinitaria humilde y hospitalaria. Tanto así, que sin darnos cuenta dimos unos pasos y ya estábamos dentro de unas viviendas. Sin darnos cuenta porque no hay paredes, ni ingresos o demarcaciones que señalen el inicio o el fin de una propiedad privada. Y es que todo es así en esta comunidad del TIPNIS. Todo es de todos, y punto.
Niños y ancianos fue lo primero que encontramos en las alrededor de 50 viviendas -hechas de madera y con techo de palmas- que conforman la comunidad. Nos recibieron con una sonrisa. Timidez, pero luego curiosidad. Los niños se alborotaron y hasta improvisaron una partida de fútbol. Los ancianos, gentiles nos explicaron cómo es la lógica de una vida en contacto permanente y pleno con la naturaleza.
Doña Francisca Mosua (65) cuenta cómo el agua es su fuente de vida. “Vivimos del río. Comemos pescado y tomamos agua del río”, explica mientras hila en un bastidor, evidentemente casero y muy desgastado. Sin embargo, explica que la gente de la comunidad toma recaudos. “Hervimos el agua y cocinamos con ella”, dice. -¿Filtran?- pregunto. Me mira, pero no responde, y sigue en su labor.
Y es que la vida transcurre así en San Miguelito que tiene una escuela con poco más de medio centenar de alumnos de todos los niveles incluso del inicial y la secundaria, una capilla de maderas y una sede de reuniones que ellos llaman “cabildo”. Una construcción algo más moderna que el resto y que cuenta con algunas bancas para comodidad de los vecinos, cuando acuden a ella.
A la expedición de periodistas que acudió al inicio de la Consulta Previa sobre el futuro del TIPNIS le tomó unas 10 horas con varias comodidades y transporte a disposición hasta llegar hasta San Miguelito desde la ciudad, pero a sus comunarios les lleva medio día tan solo trasladarse hasta Eterazama, el centro urbano más próximo en el que pueden encontrar víveres, un auxilio médico o abastecerse de algunos materiales para la comunidad.
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