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lunes, 18 de junio de 2018

esquemático y disciplinado Carlos Miranda nos ofrece la historia de Bulo Bulo y una planta industrial, la más cara que Bolivia adquirió en toda su existencia y que es un real fracaso tanto por su pésima ubicación, cuanto por no haber logrado su ingreso al mercado regional. algún día, alguien tendrá que explicar el porqué.

El nombre Bulo Bulo no existía en nuestra geografía. En 1960 uno de los más distinguidos geólogos de YPFB, Humberto Suárez Roca, ubicó y mapeó una estructura al noreste de Puerto Grether en la selva del Chapare y ante la falta de un nombre local del área de trabajo, bautizó la estructura con el nombre de Bulo Bulo, presumiblemente en un homenaje a miembros de su familia. En 1963 YPFB decidió perforar en Bulo Bulo. Esta decisión demandó un gran e imaginario esfuerzo para poder acceder a ese área. En esa época no existían carreteras asfaltadas ni puentes sobre los ríos. Para poder llegar a la estructura se improvisaron puentes con pontones de madera y se hicieron sendas en plena selva. Este trabajo fue realizado con gran entusiasmo por diferentes unidades de YPFB. En búsqueda de petróleo, la empresa estatal salía del Chaco boreal para llegar hasta la selva del Chapare. Ese esfuerzo fue recompensado porque Bulo Bulo resultó ser un campo productor de gas y condensado y no era una herencia de trabajo de la Standard Oil. Los horizontes productores encontrados cerca de 2.000 metros de profundidad, eran distintos y de diferente edad a los tradicionalmente conocidos en el subandino. Flotaba en el ambiente la sensación de que se estaba descubriendo una nueva comarca petrolera en el país.
La nacionalización de la Gulf en 1969, exigió la total atención de la empresa estatal para cumplir con el primer contrato a largo plazo de exportación de gas a la Argentina y la construcción del respectivo gasoducto. Existían suficientes reservas y capacidad de producción, por tanto Bulo Bulo dejó de estar en primer lugar en los planes de YPFB.
Solucionados el problema de la indemnización a Gulf, la construcción del gasoducto a la Argentina, y la exportación de gas pactada con ese país en plena ejecución, dieron un aire de tranquilidad a la empresa estatal que inició una amplia campaña exploratoria en el norte de Santa Cruz en búsqueda de petróleo, con resultados positivos de producción de gas y condensado.
La última década del siglo XX, las negociaciones con Brasil para un contrato a largo plazo se fueron concretando, lo cual puso presión sobre la cantidad de reservas en el país. En esas circunstancias los pozos de San Alberto y Bulo Bulo adquirieron especial importancia porque en base a ellos se formuló la hipótesis que ambos campos productores estaban ubicados en bloques que se habían superpuesto al devónico. Esta tesis fue confirmada por la perforación de pozos más profundos en ambas estructuras. En San Alberto (X9) se ingresó a horizontes en el devónico que dieron lugar a encontrar el primer megacampo de gas boliviano, con más de 1 trillón de pies cúbicos de reserva. En igual forma en Bulo Bulo (X3) perforando más de 4.000 metros, se obtuvieron resultados similares. Esos resultados conformaron la disciplina que se ha utilizado para encontrar todos los megacampos que existen hasta la fecha en el país.
El 2011 se decidió instalar en el país una planta de fertilizantes nitrogenados en base a gas natural. Decisión correcta y oportuna. Estamos ligados por un gran gasoducto a Brasil que es uno de los mayores importadores de amoniaco y urea en el mundo. Puerto Suarez era el lugar ideal para esa planta. El volumen de gas necesario para la planta podía ser transportado por el gasoducto a Brasil sin alterar sus condiciones ni nosotros alterar nuestros programas de producción. En ese punto, los fertilizantes nitrogenados, amoniaco y urea, podían fácilmente ser adquiridos por el mercado brasileño. Todo estaba perfecto, excepto que por una decisión inexplicable se construyó la planta de fertilizantes en el Chapare. Como se previno en repetidas ocasiones, esa ubicación era la peor que podía haberse escogido, pero con un empecinamiento imperial se llevó a cabo el proyecto.
La construcción se atrasó por casi tres años por la naturaleza del suelo del Chapare. Muy fértil, pero no acepta el peso de grandes edificaciones. Hasta la fecha, la planta ha tenido grandes paros en su funcionamiento. Además, mostrando su mala ubicación y falta de vías expeditas de exportación tiene que enfrentar grandes volúmenes de producto parcialmente hidratado, inaceptable en el mercado. Finalmente, las reservas y producción de Bulo Bulo y campos cercanos no garantizan la provisión de gas natural a la planta por un largo periodo.
Estimado lector, lo relatado pretende mostrar el triste fin de la historia del descubrimiento y desarrollo de una nueva comarca petrolera con el fracaso estruendoso del primer intento de industrializar gas, que hasta la fecha nos está costando alrededor de mil millones de dólares. La mayor inversión que ha realizado el Estado en toda su vida en un solo proyecto. En un próximo futuro, alguien tendrá que explicar porqué se adoptaron decisiones para tratar de dotar de una personalidad especial a la zona del Chapare y sobre todo la obstinación de pretender industrializar gas en la zona menos indicada al respecto.
 
El autor es ingeniero petrolero y analista energético.