Me intrigó una nueva finta de la lucha popular, que siendo un partido de fútbol en el que ningún país puede darnos ocho a cero, fijó un novedoso hito. Es la estrategia del “cutuchi”, en que reporteros, quizá por altiplánicos o extranjeros, tragaron la versión de que se trata de una víbora que cuando le cortan la testa su cuerpo sigue reptando con voluntad propia. Es analogía de las bases indígenas afrontando la cooptación de talegazos del Gobierno mediante el desconocimiento de sus dirigentes.
Valga la aclaración de que en realidad no es un reptil, sino un gusano de gran tamaño de la clase de los anélidos, dice Hernando Sanabria Fernández. Evita el picotazo de aves de rapiña asumiendo la apariencia de una culebra que aguanta hasta la decapitación, lo que no invalida la analogía del “cutuchi”, para ilustrar que las bases desconocen a los rendidos a la faltriquera de los rapaces gubernamentales.
Pobrecitos los líderes indígenas. Este es un país de sinuosos métodos de cooptación de dirigencias sindicales mediante prebendas y talegazos del Gobierno de turno. Los dirigentes indígenas del Tipnis están hoy entre la pared y la espada. La pared es el desconocimiento de las bases mediante el símil del “cutuchi”. La espada es la amenaza del Gobierno de procesarles judicialmente, blandiendo la intangibilidad del Tipnis como recurso legal. Es otra arena movediza para asfixiar opositores, que no será aplicada a los invasores cocaleros del Polígono 7, por supuesto.
Dicen que los procesos de serviles fiscales están listos. La opción entre “matanga o burundanga” para los indígenas del Tipnis. El caníbal de reservas naturales dará “matanga” a los dirigentes. Por lo menos, muerte civil, si acaso existiera en este país de sinvergüenzas arribistas socapados por la amnesia de la corruptela. Fíjense nomás en los líderes de la novena marcha del Tipnis, publicados con ribete de escándalo como mercaderes de troncas de la reserva, como si el afán de lucro fuera privativo de cocaleros. Si el daño ambiental de tumbar árboles se hace al abrir monte a palas y camiones cargadores de troncas, ¿acaso la ley no cae sobre el que vende y el que compra?
Es por demás dispendiosa la “burundanga” a los indígenas para convencerles de traspasar con lanza asesina el corazón del Tipnis. No fue caja chica lo que se gastó en el viaje en helicóptero del Presidente llevando periodistas al territorio indígena. Saquen punta al lápiz. Pasajes de ida y vuelta de los reporteros de La Paz, Cochabamba, Sucre y Santa Cruz a Trinidad. Dos horas de helicóptero sobrevolando el Tipnis. Viáticos y un platito de la tarde para oír el lamento desarrollista del otrora gurú pachamamista.
La segunda fase fue aún más botarate. Otra vez una decena de periodistas a Trinidad, seguro que en la aerolínea militar. Combustible y tripulación de barcos-hospital de la llamada Armada, no para atender enfermos. Gasolina y diesel para motores fuera de borda de los deslizadores de Diablos Rojos, no para cazar pichicateros. Horas de vuelo de 4 helicópteros de Defensa Civil, no para atender desastres naturales. Cabinas y mochilas de ENTEL, para que mocosas disfrazadas que danzaron ante el proscenio de cuatro gatos del Gobierno llamen a parientes en Santa Cruz y Trinidad, avisando de que saldrían en vivo y directo en televisión por el canal estatal. Material educativo del Ministerio de Educación, sobre respetar a la Madre Tierra soliviantada por ruido invasor de motosierras y máquinas. Tanques de agua elevados, energizados con bombas a gasolina disponible solo a los que se portan bien. Motores de 60 y 40 caballos de fuerza, que tragan combustible importado, a ser provisto a precio subsidiado en depósito gubernamental a los que aprueben la consulta previa a favor de la carretera y voten cocalero en las elecciones futuras. Los pocos existentes en las aldeas eran mucho menos potentes, y menos tragones, capaces de navegar por afluentes y arroyos aún en tiempo seco. En suma, trocar la dependencia sustentable de la naturaleza por la servidumbre a la “modernidad” y al Gobierno.
El silencio oficial sobre semejante malgasto marca un notorio fracaso del Gobierno en torcer la voluntad de la mayoría indígena del Tipnis. Aparte del traspié en quebrar la resistencia de los indígenas a una carretera en una reserva natural de importancia continental, el dispendio del caballo del corregidor tiene motivación electoralista, dicen por ahí. ¿Quién paga? ¿El vejestorio de La Habana o el canceroso de Caracas? ¡No, hombre! Nosotros, con impuestos y reservas de divisas gastados con abuso.
El adagio “cuando la limosna es grande, hasta el santo desconfía” se aplica al tira y afloje entre el Gobierno cocalero de la carretera asesina y los dueños indígenas del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro-Sécure, que eso quiere decir Tipnis, recuérdenlo. Es algo que muestra el mariscal de la ocupación militar de Pando, cual Adelantado español que llega en su carabela prestada por milicos sumisos a engrupir con espejitos a los indios. Exhibe la condescendencia racista de que los indígenas del Tipnis son gente simplona e incapaz de distinguir oro de pirita, que es el oro de los tontos.
Aparte de lo dicho, está la sospecha. Algo debe haber detrás del empecinamiento en llevar adelante un proyecto caminero criminal, acordado entre gallos y media noche entre el Gobierno y una firma brasileña con mucha cola de paja y poca eficacia.
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