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lunes, 14 de mayo de 2012

Carloos Miranda, uno de los más profundos conocedores del tema gasífero recuerda que la demagogia, la estupidez y el poco amor a Bolivia están destruyendo el proyecto úrea



Energía e Hidrocarburos
El mercado brasileño de urea
La urea es el mejor fertilizante que se obtiene procesando gas natural. Brasil es el más grande usuario e importador de urea en el mundo. Estamos perdiendo ese mercado porque hemos perdido la memoria. Primero nosotros y después los brasileños. Cuando nuestro primer mandatario, en sus años mozos, se ganaba la vida tocando los platillos en las bandas del Carnaval de Oruro, bolivianos y brasileños iniciaban un periodo de acercamiento y cooperación que ha durado hasta hace poco.

En Cochabamba, el 23 de mayo de 1974, los presidentes de Bolivia y Brasil, Banzer y Geisel respectivamente, firmaron un Acuerdo de Cooperación y Complementación Industrial.

En ese acuerdo, se pactaba la compra y venta de gas acompañada de la compra brasileña de otros productos a ser elaborados en Bolivia, entre ellos urea a razón de 30.000 tons/año.

Ese compromiso ha sido reconocido en todas las ocasiones y documentos que se suscribieron durante el largo periodo que requirió el llevar a cabo la venta de gas.

Habiendo iniciado la venta de gas en 1999, manteniendo el espíritu y la letra del Acuerdo de 1974, Bolivia y Brasil se abocaron al planeamiento de la compra venta de urea y polietileno. YPFB por Bolivia y Braskem por Brasil, firmaron una Carta de Intenciones para llevar a cabo los proyectos.

Los tiempos habían evolucionado favorablemente. Con la exportación de gas en 30MMm3/d y la evolución del mercado brasileño, se contaba con las masas críticas necesarias.

En eso llegó el aciago 2003 con la Guerra del Gas y posteriormente la llamada “nacionalización de los hidrocarburos”.

La confusión inicial por el cambio de gobierno fue seguida de algo peor. Una amnesia acompañada de ignorancia sobre la industria, creyendo que Brasil dependería del gas boliviano y no tenía otras alternativas.

El rompimiento con Brasil se inicio la mañana del 1º de mayo de 2006, cuando en imágenes difundidas por todo el mundo se mostraba como el primer mandatario indígena recuperaba las riquezas petroleras de las manos de la voracidad de una transnacional. Esta transnacional era Petrobras. El show fue seguido de un periodo de hostilidad con todas las compañías petroleras

La reacción brasileña no se hizo esperar. En poco más de un año contaba con instalaciones para recibir LNG de ultramar, en cantidad igual a la que importaba de Bolivia.

Pasaron unos meses y aprovechando la visión cortoplacista de nuestro gobierno, se modificó el contrato de venta de gas. Brasil se aseguró que los licuables pasen a Brasil pagando un precio por ellos. Así se esfumó la petroquímica de plásticos.

Más adelante, Petrobras anunció que estaba por instalar una planta de urea en Matto Grosso con una capacidad de 1,2 millones de toneladas anuales. Nuestro gobierno fue advertido que era el inicio de la pérdida de ese mercado. Aparentemente no hizo o no se logró nada. Dos plantas similares adicionales, han sido autorizadas, todas ellas utilizando gas adquirido de Bolivia. Así Brasil para 2015 será autosuficiente y exportador de urea.

A todo esto, nuestro gobierno anuncia que licitará la construcción de una planta de urea de 1 millón de toneladas por año a un costo de más de $us 1.000 millones.

Para que urea boliviana elaborada en el Chapare pueda competir con esa urea rusa o del Medio Oriente, que importa Brasil debe llegar al Matto Grosso a menos de $us 300/ton. El flete será ± $us 100/ton. Por tanto, se debe producir a menos de $us 200/ton que quiere decir con un gas a menos de $us 1.00/MMBTU.

Por otro lado, Brasil es un mercado muy difícil de penetrar y casi imposible cuando hay producción nacional.

Entonces, ¿donde estamos? Bolivianos y brasileños parecen haberse olvidado de la urea boliviana comprometida desde 1974.

¿Está todo perdido? Se hace necesario una fuerte labor político diplomática. Don Evo ha retornado radiante de Cartagena. Calificó a Dilma Rouseff de cariñosa y comprensiva como una madre. Es hora que acuda a esa nueva madre. Ella puede aliviarnos de estas penas y además conducir su país como BRIC comprensivo de las tribulaciones de sus vecinos pobres
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