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lunes, 7 de junio de 2010

"Que viene el Lobo", nos refiere Harold Olmos al referirse a la crisis energética cuando Bolivia importa lo que antes producía

Hace 32 meses, con un decreto supremo, nacía Papeles de Bolivia (Papelbol), empresa considerada estratégica. Debía estar en funcionamiento en Cochabamba en un plazo de 14 meses, es decir, en marzo del año pasado, y, aunque no se conoce un estudio de factibilidad, se suponía que utilizaría básicamente materia prima nacional. El plazo no se ha cumplido y el uso de materia prima nacional es incierto. El decreto autorizó el desembolso por parte del Estado de Bs 162.393.000 (poco más de $us 20 millones) que, en verdad, es dinero de todos. Pero el 2 de mayo, una empresa con el nombre de Papelbol, Empresa Pública Nacional Estratégica, publicó un aviso en EL DEBER requiriendo propuestas de ‘empresas nacionales e internacionales’ para suministrarle materia prima: fibra virgen, fibra reciclada (papel reciclado blanco de primera y de segunda, cartón reciclado) e insumos químicos. Las propuestas debían ser presentadas hasta el 6 de mayo. Se desconoce si las hubo y si fueron satisfactorias. Llama la atención que más de un año después del plazo en que la obra debía estar funcionando, con materia prima nacional, sus operaciones industriales son aún desconocidas.
Uno de los problemas bolivianos más agudos es la mediocridad (término a veces generoso) en la gestión administrativa oficial. Es un problema relacionado con la educación y la capacitación, y viene de mucho tiempo, es cierto. Pero no se nota que haya esfuerzos en la escala requerida para siquiera paliarlo. Es el caso de los hidrocarburos, industria que genera gran parte del sueldo de los bolivianos. No se conoce de aumentos significativos en la producción de gas o de petróleo, pero sí de la disminución lenta e inexorable, respecto a los volúmenes de hace cinco años.
Un ingeniero petrolero me decía que Bolivia empezó a importar diésel, en 1992, con 64,5 millones de litros. La proyección que él hace para este año es de 780 millones de litros. Comenzamos con un equivalente a 1.127 barriles diarios, cuando empezó a faltarnos ese combustible, para llegar ahora a más o menos unos 13.000 barriles diarios. Por cada barril que importábamos entonces, importamos hoy once y medio barriles. Y eso representa un gasto de aproximadamente un dólar por litro, pero como lo vendemos a precio subsidiado, lo que realmente le costará al Estado esta importación en 2010 serán casi $us 400 millones. El horizonte no es nada halagador. Gran parte de ese diésel viene de Venezuela y, con los aprietos económicos de ese país, nadie asegura que los suministros continuarán como requiere Bolivia. Pues ocurre que no se conoce cuánto se debe por estas importaciones ni tampoco ha sido hecho público algún contrato regulador de ese comercio.
El Gobierno conoce la sensibilidad de los carburantes en toda economía. Por eso hace todo lo posible por no tocarlos. Cuando en años pasados alguien lo intentó, tuvo que dar una acelerada marcha atrás. Pero el camino seguido, con subsidios y declinante producción (deberíamos estar produciendo 67 millones de m3 de gas natural, pero producimos sólo entre 37 mm3 y 41 mm3), equivale a querer pasar la cuesta empujando la pelota con la barriga todo el tiempo, como dirían los brasileños.
Con una agenda política intensa, el Gobierno ha logrado disminuir la atención nacional sobre asuntos vitales. Pero eso no significa que la estrategia funcionará indefinidamente. Los recientes reclamos de los transportistas por aumento de tarifas equivalen al grito: ¡viene el lobo!

* Periodista, http://haroldolmos.wordpress.com

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