Si se pretende imponer voluntades y no abrir el debate, estaremos muy lejos de empezar a construir cualquier tipo de potencia y estaremos, más bien, erigiendo una piñata, a ciegas y cuyos beneficios irán a parar a manos de contratistas y sus corruptos agentes en la administración pública
De lo que se dijo en la noche del 12 de octubre, en medio de la celebración conducida desde el balcón de Palacio, lo que llamó más mi atención fue la renovada promesa de que el Gobierno invertirá 2 mil millones de dólares en energía nuclear.
La decisión de embarcarse en dicha ruta ya había sido enunciada aún antes del inicio formal de la campaña electoral, de manera que lo verdaderamente nuevo es el costo estimado, ya que en la campaña se anunció que la generación electronuclear constituiría un eje fundamental para convertirnos en un “centro energético continental”. Alcanzar dicha condición permitiría convertirnos en una potencia, lo que fue celebrado con un cálido aplauso de quienes concurrieron a la plaza principal a manifestar su alegría.
La decisión de embarcarse en dicha ruta ya había sido enunciada aún antes del inicio formal de la campaña electoral, de manera que lo verdaderamente nuevo es el costo estimado, ya que en la campaña se anunció que la generación electronuclear constituiría un eje fundamental para convertirnos en un “centro energético continental”. Alcanzar dicha condición permitiría convertirnos en una potencia, lo que fue celebrado con un cálido aplauso de quienes concurrieron a la plaza principal a manifestar su alegría.
Nada ha sido dicho sobre la potencia, el costo estimado de la planta de generación y mucho menos sobre sus posibles beneficios o ventajas sobre otras alternativas. En cambio, ha quedado definido que el campo de lucha discursivo elegido por las autoridades para impulsar y legitimar su propuesta es que los que están a favor de ella serían militantes de la idea “Bolivia potencia”, mientras que quienes se oponen, cuestionan o formulan preguntas, estarían en el bando opuesto, oprimidos por un aplastante complejo de inferioridad debido, supuestamente, a que su principal objeción sería que “somos demasiado chicos” para embarcarnos en la generación electronuclear.
Esa división entre la muchachada pro potencia y la comparsa anti potencia es falsa y tramposa y, por ello, debe ser descartada ya mismo. Lo que tenemos que aclarar y debatir son otros temas, porque la energía nuclear no es parte de los requisitos mínimos para dejar de estar en la última fila de los países de nuestro subcontinente.
Pan, atención sanitaria, educación de calidad, techo y empleo decente para todos, si son parte de esa lista y, todos sabemos, cuán lejos estamos de siquiera aproximarnos a su satisfacción.
Pero es que ¿no podemos hacer todo a la vez? Es muy dudoso, debido a que la idea de “centro energético continental” es una meta tremendamente remota, porque en este momento ocupamos la penúltima posición en generación en Sudamérica y el puesto 110 en el mundo. Así, Uruguay, con un tercio de nuestra población produce el doble de energía (según “World Facts”).
Nuestros vecinos Brasil y Argentina (puestos 10 y 28 del ranking mundial) (íd.) requieren más energía de la que producen y podrían comprárnosla. La electricidad que se ha acordado vender a la Argentina se generará mediante la quema de gas, pero, ocurre que nuestra capacidad de producir ese combustible está por ahora seriamente limitada debido a la constante merma de nuestras reservas, lo que aconseja priorizar la inversión para ampliarlas, antes de ensayar otras fórmulas.
En materia de costos y utilidades debemos tomar en cuenta experiencias recientes similares como la de India que “construyó su última planta de 540 MW, con 1.860 millones de dólares, lo que equivale a un costo de 3.400 dólares por kW instalado, sin contemplar otros costos relativos como los gastos operativos, consumibles, la gestión de residuos y el desmantelamiento de las unidades al fin de su ciclo, que deberían considerarse en cualquier planificación energética racional” (http://gabinete.org.ar/). La suma de todos ellos elevaría los costos muy por encima del costo medio de nuestra producción presente, sin considerar todavía los que corresponden a transmisión.
Son estos los temas que el Gobierno debe explicar y los que tenemos que compartir, reflexionar y debatir, además de estar convencidos de que se justifica la inversión del 15 por ciento de nuestras reservas monetarias internacionales en energía electronuclear y no en fuentes alternativas (eólica, solar, geotérmica) que, a diferencia de la generación atómica, son limpias y seguras.
Si se pretende imponer voluntades y no abrir el debate, como se ha hecho antes (con el proyecto carretera a través del Tipnis, por ejemplo) estaremos muy lejos de empezar a construir cualquier tipo de potencia y estaremos, más bien, erigiendo una piñata, a ciegas y cuyos beneficios irán a parar a manos de contratistas y sus corruptos agentes en la administración públic
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