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domingo, 18 de septiembre de 2011

se refiere Mesa al hecho de ser un marchista que frena a los marchistas por una reivindicación de la naturaleza y su oposición al tractor y al cemento como segadores del medioambiente. argumentos irrebatibles.


La forma en que ha manejado la marcha (Morales, el marchista en defensa de la coca bloqueando a los marchistas del Tipnis), impidiendo su paso a La Paz a través de los colonizadores de Yucumo, lo dice todo. No es una ironía, es parte del grotesco social de un país en el que muy pocos hacen lo que predican
Una de las características de la actual Constitución es la creación de los sujetos colectivos como constitutivos de la Nación.
El artículo 3 reza: “La nación boliviana está conformada por la totalidad de las bolivianas y los bolivianos, las naciones y pueblos indígena originario campesinos, y las comunidades interculturales y afrobolivianas que en conjunto constituyen el pueblo boliviano”.
La suma de los sujetos individuales y los sujetos colectivos formamos la Nación. Unos, los sujetos individuales, tenemos derechos reconocidos en cuanto personas, los sujetos colectivos los tienen en cuanto personas y en cuanto  “comunidades nacionales” con un conjunto de prerrogativas que los ciudadanos no indígenas no tenemos.
La caracterización de esos derechos se basa en el reconocimiento de 36 naciones y pueblos indígena originario campesinos, que conforman la idea de plurinacionalidad. La Constitución asume la existencia de una Nación dentro de la que existen 36 naciones además de 5 millones de personas no indígenas que, sin formar parte de una “nación”, lo son de la entidad nacional mayor. Esos 5 millones amparados en la idea liberal republicana de ciudadanía comparten sus derechos limitados, junto a quienes gozan de uno doble, el individual y el que les da su “comunidad nacional” específica.
 Pero aquí lo importante es subrayar que esta doble categoría de construcción ciudadana establece diferencias que no buscan la acción positiva; lograr –mediante una Ley que “acelera”– la igualdad de quienes estuvieron secularmenete discriminados, sino que de hecho otorga a unas “comunidades nacionales” mayores derechos que a la comunidad mayoritaria  que no está reconocida como sujeto colectivo, ni se reconoce como otra cosa que parte de la nación boliviana.
Pero ni siquiera esa consideración de jerarquía de las “naciones” sobre el resto de las y los bolivianos, es real. La lógica andina de la construcción de hegemonía de poder, de partido y de cosmovisión, que fue muy evidente desde el comienzo del Gobierno, se ha puesto en evidencia con el conflicto del Tipnis.
El Gobierno que tiene el imperativo de cumplir la Constitución, la Ley de Medio Ambiente y el Plan de Manejo del Tipnis con sus respectivos reglamentos, los pasó por alto. Ni siquiera los consideró. Su decisión de hacer la carretera respondió a una demanda, la de quienes verdaderamente tienen poder y lo ejercen dentro del Ejecutivo. No ha tardado demasiado. El ropaje plurinacional se ha deshilachado antes siquiera de terminar de confeccionarse y colocarse sobre ese importante cuerpo indígena plural del país.
Dos actores dominan el escenario: los cocaleros y los colonizadores piadosamente disfrazados con el amplio poncho de “comunidades interculturales” (como si por definición los seres humanos, todos, no fuésemos interculturales). Tanto unos como otros son mayoritariamente sujetos individuales y colectivos quechuas y aymaras. De donde se deduce que a la hora de la verdad el primer gobierno indígena del país no solo que decidió hacer la carretera por la presión de ambos sectores, por sus propias ideas de un increíble y trasnochado desarrollismo que prescinde completamente de los graves efectos ambientales, culturales, políticos, sociales y económicos sobre las comunidades afectadas, sino que además vulneró toda la estructura legal que supuestamente garantizaba los derechos de los más débiles, en este caso las comunidades indígenas más reducidas en número y menos pertrechadas para encarar el conflicto que tienen con el poder estatal. Pocas dudas nos pueden caber sobre la esencia de este proceso político.
La verdad desnuda indica que la idea de plurinacionalidad es en realidad la idea de la binacionalidad, el dominio secante y absorbente de quechuas y aymaras, dos “naciones” que buscan imponerse a como dé lugar sobre todas las demás. Concluimos que este no es un Estado Plurinacional, sino un Estado Binacional. Ya no sobre la base geográfica de los Andes, sino en un proceso expansivo en el área rural boliviana en todas las direcciones: norte, este y sur, ya que el oeste está bajo el dominio ancestral quechua aymara que, por si fuera poco, influye de manera determinante sobre otros pueblos andinos: uru-chipayas, kallawayas y puquinas y su precario futuro en el contexto avasallador de las poderosas culturas dominantes en las alturas.
Es en los hechos no en la retórica donde se puede medir la convicción y el compromiso de alguien. El Gobierno del presidente Morales lo ha demostrado ya. No dudó un instante en responder a sus bases independientemente de las buenas razones que aconsejaban no proponer la carretera partiendo la selva. Rechazó toda posibilidad de un diálogo respetuoso y entre iguales, y menos una consulta a quienes de verdad debe consultarse.
La forma en que ha manejado la marcha (Morales, el marchista en defensa de la coca bloqueando a los marchistas del Tipnis), impidiendo su paso a La Paz a través de los colonizadores de Yucumo, lo dice todo. No es una ironía, es parte del grotesco social de un país en el que muy pocos hacen lo que predican. (la imagen corresponde a los ayllus que desde Potosí están marchando a sumarse a los originarios del TIPNIS)
 
El autor fue Presidente de la República
http://carlosdmesa.com/

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