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sábado, 10 de septiembre de 2011

Basta ya del chaqueo irresponsable que conducirá a la larga al despoblamiento y abandono de Santa Cruz. Visión de Fernando Prado, planificador urbano y experto en el tema


Parece que las ciudades mayas desaparecieron por problemas de sequía, otras grandes civilizaciones desaparecieron por inundaciones, o por crisis políticas. Siendo alarmista (como la situación lo exige), y si la cosa sigue así, Santa Cruz de la Sierra, locomotora del progreso, desaparecerá abandonada por sus habitantes a quienes el humo durante al menos tres meses al año irá enfermando y matando inexorablemente.
No se trata de ser catastróficos ni pesimistas, pero es obvio que al ritmo que vamos, y si no hacemos nada, como hasta ahora, los chaqueos y consiguientes incendios diezmarán a largo plazo a nuestra población con varias formas de cáncer, enfermedades broncopulmonares, cardíacas y de tipo alérgico, como el asma. Llegará un momento en el que la gente decidirá irse, y otros decidirán ya no venir. La ciudad se convertirá en una ciudad en decadencia, en cuyo futuro ya nadie creerá. Ese es el panorama que nos espera.
Llegué hace algunos días de Sao Paulo. Pues bien, el famoso aire contaminado de Sao Paulo parecía una brisa primaveral comparada con la humareda que nos esperaba en Viru Viru, con un aeropuerto que estaba casi por cerrarse, por falta de visibilidad.
No obstante la gravedad de la situación, la opinión generalizada es de que se trata del “precio del progreso”, y que no hay nada que hacer, pues creen que no hay otras maneras de hacer agropecuaria, no obstante que, en el IX Foro de Cedure de 2008,  eminentes investigadores y profesionales demostraron que es un mito negativo el que sólo con el fuego se puede hacer agropecuaria, y presentaron las formas cómo esa nociva costumbre puede ser superada por otras más modernas, menos destructivas del suelo y sobre todo sostenibles. Lamentablemente quienes debían escuchar no escucharon, condenándonos a seguir sufriendo este gravísimo flagelo.
La irresponsabilidad, la ignorancia y los intereses personales y de grupo, todas características típicas de nuestro subdesarrollo, se han asociado para mantener una situación que podía ser aceptable para 50.000 habitantes dispersos en 300.000 km2, pero es ya impensable cuando se cuenta con una ciudad de 2 millones de habitantes, y con una actividad agrícola por lo menos 1.000 veces mayor.
Son irresponsables las autoridades, instituciones y medios de comunicación, que no se informan y no alertan a la población sobre la gravedad de la situación y en muchos casos más bien la minimizan. Por ejemplo, no se dice que la quema de sustancias orgánicas produce dioxina, sustancia cancerígena prohibidísima en casi todos los países del mundo (que también la producían algunas industrias, ya prohibidas). Tampoco se dice que las minúsculas partículas del humo, que se trasladan por kilómetros, gracias al viento, por su tamaño penetran hasta los alvéolos más diminutos del pulmón, de donde luego no podrán salir más, provocando múltiples afecciones pulmonares. Y ni qué decir de la quema urbana de basura conteniendo goma y plásticos, que parece hasta estudiada para intoxicar a los vecinos.
Pero está visto que el tema no es enfrentado ni por el poder central ni por el poder departamental; ambos se contentan con acciones insignificantes frente a la magnitud del problema. Por ejemplo, si tenemos tanto avión fumigador, ¿por qué no hay un solo avión cisterna para apagar incendios? ¿Por qué no se pide ayuda a los países vecinos, en vez de apagar los incendios con tutuma, como se ve en patéticas fotos?
Así que digámonos la verdad: en un marco de evidente cambio climático, estamos frente al agotamiento de un modelo productivo, el cual se presenta ya en contradicción con la salud y la vida de la ciudadanía. Responde a viejos paradigmas que ya debemos sustituir con los paradigmas de una sociedad sostenible que garantice la vida y la salud de nuestros ancianos, hijos y nietos, y no la destruya como está ya sucediendo. Por tanto, es responsabilidad de las autoridades nacionales y departamentales el ayudar y obligar a los productores a modificar sus prácticas para que no incluyan ya el fuego que nos está destruyendo. Alguien deberá tener la capacidad de ver las cosas a largo plazo.
 

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