A las 10:28 a.m. del jueves 11 de septiembre, una llamada telefónica me confirma la muerte de una persona a manos de campesinos armados supuestamente por Vladimiro Quintana en Cobija. Se rumorea que los fallecidos suman tres y que la violencia es creciente en el norte del país. También a esa misma hora comienza en Tarija una reunión de evaluación entre las instituciones vinculadas al Comité Cívico, el Municipio de Cercado, la Universidad y la Prefectura. Una tensa tregua se instala con dificultad en mi otrora apacible ciudad que presenció estupefacta la confrontación estúpida que dejó sin mano a un joven y a decenas de heridos, entre ellos la combativa vicepresidenta cívica Patricia Galarza y el dirigente campesino y asambleísta Luis Alfaro. Mientras tanto, en Santa Cruz de la Sierra comienza a instalarse la resaca de una jornada negra; al mismo tiempo, cocaleros, colonizadores y otros sectores campesinos inician un nuevo cerco a la ciudad amargando, tal vez para siempre, el hasta ahora alegre y optimista septiembre camba. Simultáneamente, escucho a través de la ventana de mi departamento cómo las calles paceñas se llenan de delirantes “patriotas” sedientos de sangre y de revancha ante el atrevimiento de las regiones rebeldes que reclaman por sus recursos confiscados y por mayor descentralización, en un país donde el centralismo ha hecho estragos, gestionando desastrosamente nuestro destino común, tanto desde la izquierda estatista, infantil y bullanguera como desde la derecha cavernaria y sometida a la lógica perversa del mercado. El país entero se muestra, en toda su precariedad republicana, al borde del suicidio colectivo y de la fragmentación territorial, étnica, ideológica y política. ¿Cómo interpreta el Gobierno nacional esta situación de extrema crisis política? En una muestra de autismo y estulticia sin parangón, sus ministros nos dicen que se trata tan sólo de la acción delincuencial de 500 malandrines (¡!). ¿Es todavía posible el diálogo? A pesar de sus reiterados fracasos y a riesgo de ser calificado como ingenuo, considero que no sólo es posible, sino necesario e impostergable (¡!). ¿Cuál es la condición previa indispensable para su éxito? El reconocimiento sincero a la legitimidad de las demandas del otro: el bloque autonomista debe reconocer que el texto de la Constitución Política del Estado aprobado en Oruro, con todas sus deficiencias, interpreta las demandas históricas de una importante parcialidad del país y del mundo indígena. El MAS y los sectores sociales que lo respaldan deben entender que la demanda autonómica no representa una amenaza para ellos sino que es, en todo caso, un reclamo de la modernidad y de la necesidad de una ampliación de la democracia en el camino de la participación ciudadana activa y efectiva en la gestión democrática de un Estado moderno. Debemos hacer conciencia de que es posible distribuir mejor la riqueza nacional sin concentrar excesivamente el poder en pocas manos. Es también posible distribuir el poder a las regiones sin concentrar la riqueza en las pocas manos que, parafraseando a Marcelo Quiroga, nunca tuvieron patria y sólo bolsillos que defender. Recuperemos al Evo Morales del 10 de agosto y al Rubén Costas del 4 de mayo (¡!). Recordemos, particularmente los tarijeños, el sueño de aquel joven idealista que dio su vida en Teoponte, Néstor Paz Zamora, para quien la revolución significaba: “…construir un lugar amable, donde el hombre pueda amar”.
(El autor es el senador Edgar Ruiz Was Vernner y la nota está en L Prensa, La Paz)
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