El presidente de YPFB, Carlos Villegas, ha dado la peor señal que podía esperar el mercado internacional sobre la situación del gas boliviano. El ejecutivo decidió dejar plantados el pasado 5 de septiembre a empresarios brasileños que pretendían reiniciar este lunes las operaciones de termoeléctrica de Cuiabá conectada a través de un gasoducto con el tubo que acarrea el energético a la ciudad de San Pablo.
La provisión de gas a Cuiabá fue interrumpida por Bolivia hace algunos años justamente por falta de gas. No es mucho, se trata solamente de 2,2 millones de metros cúbicos diarios, pero ni siquiera esa cantidad está disponible en el país. Apenas alcanza para cumplir con el contrato principal con Brasil, alimentar con serios problemas el mercado interno y hacer los envíos acostumbrados a Argentina, donde hay fuertes quejas porque todavía sigue pendiente el aumento que le prometió el Gobierno boliviano y que precisamente justificó el tendido de una nueva tubería que aún no ha sido estrenada.
Todas estas informaciones vienen a confirmar la crítica situación del gas boliviano, cuyo déficit de producción alcanza los cinco millones de metros cúbicos diarios. Las inversiones para producir más se están haciendo, pero solo para cumplir con lo absolutamente prioritario, que obviamente pasa por no fallarle a Brasil para evitar multas millonarias. Lo mismo podría ocurrir con Argentina. Alguna explicación debe haber para que Buenos Aires no aplique de una vez el torniquete.
A lo mejor es lástima, el mismo sentimiento que constantemente invocaba hacia Bolivia el expresidente brasileño, Lula da Silva. Tal vez fue mejor que Carlos Villegas se haya “borrado” de la reunión a la que debía asistir a Brasil. Lo peor hubiera sido asumir un nuevo compromiso y tener que fallar después, lo que hubiese empeorado la mala fama de proveedor que se ha ganado Bolivia en los últimos años.
No hay duda que en YPFB por lo menos han aprendido a ser cautos con las declaraciones. Hace poco un funcionario anunció que existía la posibilidad de exportar gas a Chile e inmediatamente Villegas lo mandó a callar, no por cuestiones políticas ni por la sensibilidad que despierta este tema, sino porque no hay gas ni siquiera para cumplirle al Mutún, cuya plata ha estado exportando hierro en bruto porque no existe manera de industrializarlo.
¿Cuánto gas debería estar produciendo Bolivia? Algunos calculan que lo mínimo debería ser 46 millones de metros cúbicos para cumplir todos los compromisos asumidos, aunque la cifra más apropiada para acompañar el mercado interno debería ser de al menos 50 millones, cinco millones por encima del promedio alcanzado hasta agosto de este año. El problema de fondo es que el país necesita recuperar la credibilidad con la que fue capaz de ampliar sus mercados y proyectarse como el futuro proveedor continental. Eso le permitiría con facilidad renovar el contrato con Brasil y pensar en nuevos destinos como Chile y por supuesto, la expansión en Argentina.
Si Bolivia no logra vencer la inercia en los próximos años, la producción –que alcanzará su máximo rendimiento hasta el 2015-, irá declinando de ahí para adelante y la situación podría empeorar. Es de extrema urgencia asumir otra actitud en la industria con el fin de recuperarla. Hemos llegado a un punto de inflexión y se hace imprescindible tener una mirada de largo plazo ¿podrá hacerlo este Gobierno?
La provisión de gas a Cuiabá fue interrumpida por Bolivia hace algunos años justamente por falta de gas. No es mucho, se trata solamente de 2,2 millones de metros cúbicos diarios, pero ni siquiera esa cantidad está disponible en el país. Apenas alcanza para cumplir con el contrato principal con Brasil, alimentar con serios problemas el mercado interno y hacer los envíos acostumbrados a Argentina, donde hay fuertes quejas porque todavía sigue pendiente el aumento que le prometió el Gobierno boliviano y que precisamente justificó el tendido de una nueva tubería que aún no ha sido estrenada.
Todas estas informaciones vienen a confirmar la crítica situación del gas boliviano, cuyo déficit de producción alcanza los cinco millones de metros cúbicos diarios. Las inversiones para producir más se están haciendo, pero solo para cumplir con lo absolutamente prioritario, que obviamente pasa por no fallarle a Brasil para evitar multas millonarias. Lo mismo podría ocurrir con Argentina. Alguna explicación debe haber para que Buenos Aires no aplique de una vez el torniquete.
A lo mejor es lástima, el mismo sentimiento que constantemente invocaba hacia Bolivia el expresidente brasileño, Lula da Silva. Tal vez fue mejor que Carlos Villegas se haya “borrado” de la reunión a la que debía asistir a Brasil. Lo peor hubiera sido asumir un nuevo compromiso y tener que fallar después, lo que hubiese empeorado la mala fama de proveedor que se ha ganado Bolivia en los últimos años.
No hay duda que en YPFB por lo menos han aprendido a ser cautos con las declaraciones. Hace poco un funcionario anunció que existía la posibilidad de exportar gas a Chile e inmediatamente Villegas lo mandó a callar, no por cuestiones políticas ni por la sensibilidad que despierta este tema, sino porque no hay gas ni siquiera para cumplirle al Mutún, cuya plata ha estado exportando hierro en bruto porque no existe manera de industrializarlo.
¿Cuánto gas debería estar produciendo Bolivia? Algunos calculan que lo mínimo debería ser 46 millones de metros cúbicos para cumplir todos los compromisos asumidos, aunque la cifra más apropiada para acompañar el mercado interno debería ser de al menos 50 millones, cinco millones por encima del promedio alcanzado hasta agosto de este año. El problema de fondo es que el país necesita recuperar la credibilidad con la que fue capaz de ampliar sus mercados y proyectarse como el futuro proveedor continental. Eso le permitiría con facilidad renovar el contrato con Brasil y pensar en nuevos destinos como Chile y por supuesto, la expansión en Argentina.
Si Bolivia no logra vencer la inercia en los próximos años, la producción –que alcanzará su máximo rendimiento hasta el 2015-, irá declinando de ahí para adelante y la situación podría empeorar. Es de extrema urgencia asumir otra actitud en la industria con el fin de recuperarla. Hemos llegado a un punto de inflexión y se hace imprescindible tener una mirada de largo plazo ¿podrá hacerlo este Gobierno?
El país necesita recuperar la credibilidad y proyectarse como el futuro proveedor continental. Eso le permitiría con facilidad renovar el contrato con Brasil y pensar en nuevos destinos como Chile y Argentina.
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