Del chantaje político (presión hordística) a los talegazos (petro-dólares)
Si el reciente espectáculo político, cuyos componentes apenas se están develando, habiéndose la mayor parte desenvuelto en secreto, hubiese ocurrido en los años previos a la era cocalera, Evo Morales hubiese declarado sin dubitación, que este fue el más descarado cuoteo y compra venta constitucional que se recuerde.
Hubiese dicho que se llega a esto luego de masacres en las que los asesinos Rada y Quintana dieron rienda suelta a sus instintos genocidas en contra de sucrenses y pandinos para justificar la venta de la patria a una variopinta gama de adquirentes, encabezada por Chávez pero que incluye a la chilena Bachelet, a Irán, Soros, decenas de ONG’ s e incluiría a Cuba si solo tuvieran con que pagar. Todo, hubiese agregado, para cuotearse la mera constitución en una noche, en el medio de un desfile de sobornos, y haciendo que la fundación de la república parezca un modelo de inclusión, si comparada con la bellaquería de confiscar hasta los celulares de los periodistas para que la componenda se mantuviese anónima, al abrigo no de los oligarcas, sino de los contratados ciudadanos que esperaban afuera y que a pesar de oficiar de pongos políticos, podrían sublevarse.
Hubiese añadido que lo mínimo era arrestar a todos los asambleístas y sus asesores hasta que devuelvan hasta el último centavo de los salarios de más de un año en el que produjeron un texto que fue sustancialmente modificado en una noche, quedando la duda de las razones que llevaron a Román Loayza a dejar de bravuconear sobre la soberanía de la asamblea restauradora del Kollasuyo o a Margarita Terán, que presidia la comisión de la coca, a permitir que no se la incluya en el escudo.
Esa la tonalidad del discurso que Morales utilizó, y con el que seguía arengando a los marchistas que hizo traer para montar un espectáculo paralelo a las negociaciones y a quienes raudamente despachó antes que se enteraran de la magnitud de los cambios hechos en horas, en los que toda la rigidez oficialista se concentró en un único, exclusivo, e innegociable punto: la reelección presidencial, tentación que ningún historiador boliviano soñaría siquiera en recomendar.
Para toda esta puesta en escena contó con la connivencia de algunos miembros de UN y del MNR, y del señor Quiroga que, a pesar de tener más negativos que positivos en las encuestas desde hace años, persevera en colaborar con el masismo, a cambio de presumibles granjerías así sea que ello implique la desleal indiferencia hacia su escaso electorado, y la traición ante el linchamiento propagandístico y jurídico de los actores regionales y de su aliado el prefecto de Pando. Si el cinismo de García Linera llegó al extremo de definir los cambios como “de forma” el de Quiroga al señalar que “arriesgó su vida”, resume el menosprecio que tiene hacia todos.
Luego de haber mantenido al país en vilo durante casi una década, de haberse negado a realizar los cambios constitucionales en el propio Congreso de la nación como se hizo pacifica y democráticamente en 1997, luego de haber despilfarrado casi veinte millones de dólares y de haber enfrentado a todos contra todos, abriendo profundas heridas raciales, regionales, sociales y culturales, el proceso volvió, por la ventana, a donde nunca debió salir.
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