En 1990, se dio la primera Marcha Indígena por la Vida, encabezada por el actual presidente Evo Morales Ayma; la presente es la VIII Marcha de Indígenas por sus derechos constitucionales y la defensa del Parque Nacional Isiboro - Sécure. Duró 65 días, más de dos meses a partir del 15 de agosto hasta el 19 de octubre en que ingresan a la ciudad de La Paz.
Partió desde las tierras bajas, al nivel del mar y ascendió al altiplano a cuatro mil metros de altura. Su objetivo fue luchar activa, pero pacíficamente contra un proyecto desarrollista de Estado, cuestionado en su transparencia, en su diseño estructural, sus objetivos y costo, el mismo que divide el área natural contrariando gravemente y de fondo la nueva Constitución Política del Estado Plurinacional y su cosmovisión cultu-ral.
Desde un inicio y en el transcurso del tiempo, inútiles fueron los acercamientos para instalar un diálogo entre los marchistas y los funcionarios ministros del Gobierno. No existió ninguna voluntad política en las propuestas y, más bien, se lanzaron amenazas y mendacidades oficiales que el pueblo consciente no aceptó como válidas.
En Yucumo, aún en el oriente selvático, la marcha fue amenazada y bloqueada por campesinos interculturales, quienes a su vez son acusados de avasallar tierras vírgenes para la siembra cocalera, efectuaron zanjas con aprestos de violencia. El Gobierno los toleró y envió fuerzas policiales para detener la marcha indígena con el argumento de proteger la vida.
El 25 pasado se aclararon las intencionalidades. Los policías bajo orden que aún se ignora, iniciaron la violencia inusitada y cruel. Procedieron a intervenir la marcha en forma violenta. Se los ultrajó, gasificó, amordazó, maniató, arrastró a los indígenas subiéndolos a vehículos policiales; no se discriminó en la represión a varones ni a mujeres, fueron golpeados cruelmente, sufriendo lesiones contundentes y hasta fracturas óseas; diezmados temporalmente por la represión policial, se reagruparon y prosiguieron su reclamo. Ante los cuadros de masacre indignados, renunciaron algunos funcionarios ministeriales; a otros se los sacrificó en aras a difuminar la transparencia informativa.
Familias enteras marcharon sacrificadamente los dos meses, acompañados de los hijos, adolescentes, niños de toda edad, madres embarazadas algunas de las cuales abortaron debido a la fatiga y a los gases venenosos, otras llegaron al parto mediante cesárea obligada en hospitales rurales.
Llegaron a La Paz donde fueron recibidos apoteósicamente por todo un pueblo generoso y conmovido. Pidieron entrevistarse con el Presidente para exponer sus demandas en el marco del respeto debido a la dignidad que los anima.
A ese propósito, caló hondo el mensaje de Leonardo Boff: “Bienaventurados todos vosotros, indígenas de tantas etnias, habitantes primeros de estas tierras risueñas, que vivís en la inocencia de la vida en comunión con la naturaleza. Fuisteis casi exterminados, pero ahora estáis resucitando con vuestras religiones y culturas dando testimonio de la presencia del Espíritu Creador que nunca os abandonó. Ay de aquellos que os subyugaron, os mataron por la espada y la cruz, os negaron la humanidad, satanizaron vuestros cultos, os robaron las tierras y ridiculizaron la sabiduría de vuestros chamanes”.
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