Cuando el petróleo empezó a caer por debajo de los $us 50/barril desaparecieron las sonrisas y ahora que ha llegado a menos de $us 40/barril, un sudor frío recorre las frentes de los comentaristasoficiales
El 2015 debería ser para nosotros un año aleccionadoramente inolvidable. Todos los que han redactado nuestras leyes de hidrocarburos, independientemente de su posición ideológica, en la justificación de motivos de ese instrumento legal expresaban su sueño y esperanza de que explotando los hidrocarburos encerrados en nuestro subsuelo generaríamos los recursos para transformar el país en un moderno Estado agrícola industrial.
Los precios del petróleo determinan los precios del gas de exportación. Desde que el precio del petróleo alcanzó y superó los 100 dólares/barril, los precios del gas de exportación llegaron y sobrepasaron los 10 dólares/MMBTU. Acompañando esos precios, continuamente rompíamos todos nuestros récords de producción y exportación de gas. Con esa combinación y en esa dinámica, los ingresos que percibíamos alcanzaron valores que superaron de lejos las exportaciones de cualquier otro bien o servicio de nuestra vida republicana.
Así, por más de cinco años entramos a una época dorada de bienestar económico, con ingresos crecientes que hacían pensar que habíamos llegado a los años soñados y anhelados por los redactores de nuestras leyes de hidrocarburos.
Pero la caída de los precios del petróleo, a fines de 2014, de 100 a 50 dólares/barril, nos hizo despertar bruscamente de ese sueño. El año 2015 recibiremos aproximadamente 3.000 millones de dólares menos que en 2014, así, después de más de cinco años de prosperidad en los que no se impulsaron planes de desarrollo que transformaran el país, hemos retornado a la humilde posición de ser un país con balanza comercial y de pagos negativa.
El estar fuera del mundo de los sueños mostrará a YPFB que el manejo de nuestra industria debe ser racional y eficiente, sin contar con las reservas netas del Banco Central de Bolivia como si fuera su cuenta corriente. No se puede pensar en efectuar exploración perforando decenas de pozos poco estudiados. Por otro lado, tampoco se puede realizar exploración con pozos como Lliquimuni, que ha costado más de 100 millones de dólares en líneas sísmicas para definir su ubicación, cuatro años para construir su acceso y uno para la perforación, que ahora ha sido prolongada por tres meses más sin ninguna explicación.
En este nuevo mundo de ingresos limitados se verá claramente que la industria de fertilizantes, que está esperando la construcción de un ferrocarril para el transporte de su producción, no será rentable.
Pero la fantasía que más llama la atención son los ofrecimientos de exportar LNG a Perú, Paraguay, Uruguay y Brasil, con la producción de una micro planta que se está construyendo en Río Grande. El negocio de LNG no es de PyME. El comercio de LNG se realiza a través de barcos metaneros que cruzan los mares. Sería necesario 400 días de trabajo ininterrumpido de la planta de LNG para llenar un barco metanero. Todo el proyecto de elaborar LNG en Río Grande y transportar a sus destinos por camiones cisternas, donde será regasificado por microplantas de regasificación, es tan estrafalario que sus costos reales serán exorbitantes.
Nuestro despertar vino acompañado de una pesadilla. Como una trágica ironía, cuando en Francia, con todo entusiasmo nos adheríamos a la Declaración de París, se hizo pública la noticia de la desaparición del lago Poopó, causando la pérdida de casi 400 especies de flora y fauna. Además de la posible extinción de los urus, legendario pueblo originario.
La gran paradoja es que en París oficialmente abogábamos por la creación de un tribunal para juzgar a los infractores de normas de preservación del medioambiente que dañen la Madre Tierra. Sería interesante juzgar a las autoridades que permitieron los desvíos del río Desaguadero, que alimentaba el lago Poopó, mostrando así que la caridad comienza por casa.
No obstante estar en un llamado “proceso de cambio”, llegamos a 2016 sin haber logrado ninguna transformación significativa. Los libros de geografía y mapas del altiplano serán testimonio de nuestra ineptitud porque a partir de 2016 dejarán de mostrar la existencia del lago Poopó. Cambio del cual no se puede estar muy orgulloso. ¿Verdad?
El autor es ingeniero petrolero.
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