América Latina tiene una larga historia marcada por las dictaduras, el caudillismo y los líderes populistas mesiánicos que han aprendido a adormecer a las masas con sus mentiras y convencerlas de que ellos tienen la solución para todos sus problemas.
La gente hambrienta suele sacrificar parte de su libertad por gozar por lo menos de algún mendrugo prometido, pero ya van dos siglos y nuestro continente está muy lejos de superar problemas básicos, pese a que ha tenido periodos de bonanza económicos como el actual, sin parangones en la historia, pero que tampoco ha sabido aprovechar.
En la última década, casi la mitad de los pobres de Latinoamérica pudieron mejorar sus condiciones de vida gracias al auge de los ingresos que no ha ayudado a cambiar la historia de nuestros países, sino a paliar en cierta forma la situación, a través de una política de repartija de la que se ufanan los populistas.
De acuerdo a la ONU, si continúa la desaceleración de la economía mundial, que ya causa estragos en Brasil, en Argentina y Venezuela, unos 200 millones de latinoamericanos podrían volver en el corto plazo al hambre y la miseria nuevamente. Decíamos al principio que los autócratas siempre han sido muy populares por estas tierras. Pero cuando llega el hartazgo también son populares los “Fujimoris”. La brasileña Marina Silva podría ser una de ellas.
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