La prestigiosa revista británica The Economist –en circulación desde 1843– lanzó la apocalíptica afirmación de que “se acabó la fiesta” para Venezuela y Argentina, países que “han estado viviendo a lo grande durante años, repartiendo alegremente el producto de un irrepetible auge de los ‘commodities’ (petróleo en Venezuela, soya en Argentina)”, creando condiciones económicas artificiales valiéndose de sus bancos centrales y de controles administrativos para mantener tipos de cambio sobrevaluados e impedir que la inflación suba.
Si “la fiesta ha terminado” parece ser una dura sentencia, The Economist va aún más allá al dejar entrever que ambos no solo tienen las economías más débiles de la región latinoamericana, sino que lo que les está pasando lo tienen merecido (The party is over, 01/02/14, www.economist.com).
El sombrío panorama futuro para ambos países tiene que ver con ostentar las más altas tasas de inflación del continente, además de un permanente descenso de sus reservas internacionales netas, en el caso de Venezuela a poco más de $us 21.000 millones y en Argentina a cerca de $us 30.000 millones. Ambos han debido recurrir en las últimas semanas al impopular expediente de tener que devaluar sus monedas a fin de no perder más divisas, una verdadera paradoja en naciones con ingentes recursos naturales, pero mal administradas durante uno de los mejores momentos económicos de la historia.
“Venezuela se está quedando sin dólares para pagar sus facturas”, dice la revista especializada, y es verdad. El problema no solo atañe ahora al papel higiénico, sino que la escasez alcanza también al papel para los periódicos, mientras que los medicamentos y repuestos para equipos médicos y alimentos escasean.
“Sin una gran inyección de dólares de la empresa petrolera estatal –Pdvsa–, que trae el 96% de los ingresos en divisas, la crisis continuará”, predice The Economist y anuncia que, “a menos que el Gobierno abandone su antipatía hacia el capital privado, la perspectiva de la nueva inversión es exigua”.
Similar reflexión podría hacerse para Argentina, que con una política de confrontación con su sector agroproductivo, de restricción y castigo impositivo a la exportación de alimentos, pensó que lo ‘macro’ bastaba pero descuidó lo ‘micro’: mala siembra, pésima cosecha.
Salomón dijo que lo mejor de un negocio no es cómo empieza, sino cómo terminará. Cuando hay platita el populismo hace fiesta, pero cuando el gasto sube y la plata no alcanza, acaba mal
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