El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) acaba de presentar en la capital de Japón su informe de Calidad de Vida en el mundo correspondiente al 2014, en el que indica que 2.200 millones de personas, es decir, casi un tercio de la población global vive en situación de pobreza o se encuentran en riesgo de padecerla.
El informe insiste en la persistencia de las situaciones de riesgo que afectan a la calidad de vida de las personas y se insiste en que los gobiernos generen políticas sostenibles, lo que en el caso boliviano significaría combatir la informalidad del 70 por ciento de la economía y la dependencia extrema de la explotación y exportación de los recursos naturales, que constituyen el 80 por ciento de los ingresos fiscales.
La situación más grave la enfrentan alrededor de 1.500 millones de personas en el mundo que viven con 1,25 dólares por día y que sobrellevan lo que se denomina “pobreza multidimensional”, es decir, padecen privaciones en las áreas de sanidad, educación y “estándares básicos de vida”. El medidor del PNUD se elabora en base a datos sobre mortalidad infantil, nutrición, escolarización y sobre acceso a saneamiento, electricidad, alojamiento y agua potable, y difiere de otros indicadores basados en el nivel de ingresos, algo en lo que se suele insistir mucho en nuestro medio.
El PNUD ha elaborado una lista de 187 países divididos entre “Desarrollo Humano Muy Elevado”, encabezado por Noruega y Australia y en el que figuran 49 países; “Desarrollo Humano Elevado”, liderado por Uruguay y Bahamas, con 52 países; “Desarrollo Humano Medio”, con Maldivas y Mongolia a la cabeza de un listado de 41 países y por último, “Desarrollo Humano Bajo”, donde hay 42 países con Níger y Congo en el fondo de la nómina.
En esta lista, Bolivia figura en el puesto 113, en una franja donde aparecen muy pocos países latinoamericanos (Paraguay, El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua), pues como se sabe, el continente que habitamos ha superado enormes barreras en la calidad de vida que lamentablemente siguen causando grandes dificultades en la población nacional.
Más allá de los indicadores puntuales, Índice de Desarrollo Humano o el Índice de Calidad de Vida, lo más parecido al concepto de “Vivir Bien” que maneja el Gobierno, mide el equilibro, la sostenibilidad y la estabilidad que presentan los números que de manera estática son usados por los líderes políticos para ufanarse de sus supuestas victorias en algunos campos como la economía y la lucha contra la extrema pobreza.
Este informe tiene el mérito de medir las amenazas que tiene un individuo que puede enfrentar una situación de bonanza coyuntural, pero que sigue siendo vulnerable ante cualquier cambio repentino, como la reducción de precios de las materias primas, algo que ha sucedido tantas veces en el caso boliviano. También introduce el concepto de la resiliencia, que consiste en la posibilidad de vencer definitivamente las situaciones de crisis y adversidades que afligen de manera continua o con carácter cíclico a nuestros países, imposibilitando generar soluciones de largo plazo.
Este informe es un llamado de atención a las autoridades que quieren convencer que ya todo se ha hecho en Bolivia para encaminar al país hacia el desarrollo y que lo único que hay que medir son las exportaciones, las reservas o la inversión pública. Estos datos muestran que se está invirtiendo mal o definitivamente no se está apuntando a los verdaderos problemas.
El informe insiste en la persistencia de las situaciones de riesgo que afectan a la calidad de vida de las personas y se insiste en que los gobiernos generen políticas sostenibles, lo que en el caso boliviano significaría combatir la informalidad del 70 por ciento de la economía y la dependencia extrema de la explotación y exportación de los recursos naturales, que constituyen el 80 por ciento de los ingresos fiscales.
La situación más grave la enfrentan alrededor de 1.500 millones de personas en el mundo que viven con 1,25 dólares por día y que sobrellevan lo que se denomina “pobreza multidimensional”, es decir, padecen privaciones en las áreas de sanidad, educación y “estándares básicos de vida”. El medidor del PNUD se elabora en base a datos sobre mortalidad infantil, nutrición, escolarización y sobre acceso a saneamiento, electricidad, alojamiento y agua potable, y difiere de otros indicadores basados en el nivel de ingresos, algo en lo que se suele insistir mucho en nuestro medio.
El PNUD ha elaborado una lista de 187 países divididos entre “Desarrollo Humano Muy Elevado”, encabezado por Noruega y Australia y en el que figuran 49 países; “Desarrollo Humano Elevado”, liderado por Uruguay y Bahamas, con 52 países; “Desarrollo Humano Medio”, con Maldivas y Mongolia a la cabeza de un listado de 41 países y por último, “Desarrollo Humano Bajo”, donde hay 42 países con Níger y Congo en el fondo de la nómina.
En esta lista, Bolivia figura en el puesto 113, en una franja donde aparecen muy pocos países latinoamericanos (Paraguay, El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua), pues como se sabe, el continente que habitamos ha superado enormes barreras en la calidad de vida que lamentablemente siguen causando grandes dificultades en la población nacional.
Más allá de los indicadores puntuales, Índice de Desarrollo Humano o el Índice de Calidad de Vida, lo más parecido al concepto de “Vivir Bien” que maneja el Gobierno, mide el equilibro, la sostenibilidad y la estabilidad que presentan los números que de manera estática son usados por los líderes políticos para ufanarse de sus supuestas victorias en algunos campos como la economía y la lucha contra la extrema pobreza.
Este informe tiene el mérito de medir las amenazas que tiene un individuo que puede enfrentar una situación de bonanza coyuntural, pero que sigue siendo vulnerable ante cualquier cambio repentino, como la reducción de precios de las materias primas, algo que ha sucedido tantas veces en el caso boliviano. También introduce el concepto de la resiliencia, que consiste en la posibilidad de vencer definitivamente las situaciones de crisis y adversidades que afligen de manera continua o con carácter cíclico a nuestros países, imposibilitando generar soluciones de largo plazo.
Este informe es un llamado de atención a las autoridades que quieren convencer que ya todo se ha hecho en Bolivia para encaminar al país hacia el desarrollo y que lo único que hay que medir son las exportaciones, las reservas o la inversión pública. Estos datos muestran que se está invirtiendo mal o definitivamente no se está apuntando a los verdaderos problemas.
Más allá de los indicadores puntuales, Índice de Desarrollo Humano o el Índice de Calidad de Vida, lo más parecido al concepto de 'Vivir Bien' que maneja el Gobierno, mide el equilibro, la sostenibilidad y la estabilidad que presentan los números que de manera estática son usados por los líderes políticos para ufanarse de sus supuestas victorias en algunos campos como la economía y la lucha contra la extrema pobreza.El D
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