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viernes, 11 de julio de 2014

frente a la impía, antiurbana, e innecesaria propaganda oficial del MAS en SC, tendrán que ser las masas que actúen, destrozen, acaben, incendien los gigantogramas evistas, como en Costa Rica hasta obtener la prohibición de usar estos medios de la EVOLATRÌA que sólo encrespan los ánimos e imponen privilegios.

Una de las herencias más incómodas que nos ha dejado la dichosa cumbre G-77, además de obras mal hechas, otras  inconclusas y arreglos que van a necesitar mucho tiempo de molestias y desvíos, es la invasión de letreros, vallas y toda una costosa y muy desagradable diversidad de carteles que han tomado las áreas verdes, desaliñando con muy mal gusto el intento de convertir a Santa Cruz en una ciudad jardín. La última víctima de este ataque de chapucería ha sido la avenida de ingreso a las Colinas del Urubó, donde el intento de apreciar el verdor de la naturaleza y la majestuosidad de nuestro querido Piraí, es saboteado por una suerte de pantallas gigantes con fotografías que muy pronto terminarán flameando como harapos y en lugar de la buena imagen que los gobernantes quieren dar con esta iniciativa “marquetinera”, dejarán rastros de su improvisación y falta de respeto a los espacios públicos, pertenecientes a la ciudadanía, no a los abusivos de turno.

Hace unos años, una empresa constructora local ofreció construir los puentes y viaductos que la Alcaldía está edificando en la carretera al norte. El trato era hacerlos gratis a cambio de un usufructo de publicidad, convenio que no aceptaron supuestamente para preservar los bienes de la ciudad de lo que se denominada la contaminación visual. Habría que preguntarle a los señores del Gobierno Municipal si es que la empresa que acaba de colocar una descomunal valla en el cuarto anillo ha cubierto los costos de la construcción de esa obra, ya que de otra manera no se entiende cómo han aceptado semejante ataque no solo al ornato, sino al sentido común y la racionalidad.

La Alcaldía suele ser drástica contra quienes violan las normas específicas relacionadas con la señalización. Lo hace porque la ciudad no es de los comerciantes, ni de las empresas que tienen todo el derecho de publicitar sus productos, pero siempre de acuerdo a los reglamentos existentes. No es posible que sean las propias instituciones estatales, las que debieran dar el ejemplo de apego al derecho, las primeras en incurrir en violaciones que dejan a la ciudad como un mercado, un vulgar cachivachero. Así no hay moral para poner orden en ningún caso y no queremos pensar lo que ocurrirá muy pronto cuando la propaganda electoral se sume al caos.

Paradójicamente, mientras los políticos incurren en este desorden, en el que merece un párrafo aparte, el abominable culto a la personalidad de caudillos de todo nivel, la Alcaldía lanza con bombos y platillos el nuevo Código de Urbanismo y Obras, actualizado después de 22 años y de mucho trabajo de expertos. Un hecho histórico sin duda alguna, que debe guiar el modo en la que construimos y le damos forma a nuestro entorno, pero un esfuerzo estéril si es que no son nuestros líderes los primeros en dar el ejemplo sobre cómo respetar el espacio que le pertenece a todos.

El flamante reglamento está lleno de normas, multas y sanciones, como corresponde, además de otorgarle un plazo a los infractores para que pongan en orden sus edificaciones y todos los aspectos que contradigan el código. Esperemos que el primer paso lo den las autoridades.

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