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viernes, 9 de agosto de 2013

Lupe Cajías cuenta su experiencia que es la nuestra. Gringos que no hablan español, tripulación que de deja entender por señas, venta de chicharrón y chaque kan, estilo provinciano en embarque de "equipaje de acompañamiento". Tiene razón Lupe, también aquí se cumple la consigna "metéle nomas o hago lo que me de la gana, total los turistas aguantan todo".

¿Es bien recibido el turista que llega a Bolivia? El Gobierno declara permanentemente la importancia de ese rubro para la economía nacional e inició una amplia divulgación de sus atractivos naturales y culturales. Algunos, como el salar de Uyuni, se venden por sí solos desde hace lustros.
En el día a día, el discurso se contradice con la realidad. El turista que arriba por vía aérea enfrenta colas inútiles, como en Viru Viru, pese a que tan sólo hay uno o máximo dos vuelos, y constantes pérdidas de maletas.
La salida es más desordenada. En ese aeropuerto, la entrada más moderna al país, todo depende de horarios arbitrarios. Hace unas semanas, los pasajeros de BoA a España tuvieron que esperar a que se despache a personal militar venezolano de un vuelo Charter. Después los funcionarios se fueron a cenar, mientras la gente sudaba en un estrecho pasadizo, niños incluidos. Llegaron los de la Felcn y obligaban a abrir maletines mientras hurgaban los objetos personales y no dudaban de sacarse al mismo tiempo los restos de comida con el dedo meñique. Ninguno tenía guantes. De ahí, al control personal, con cacheo indecoroso y manos sudorosas sin ninguna protección; fácil pasar sarnas de unos a otros.
Unos ingleses no sabían si reírse o llorar mientras pasaban después a la fila para que los perros husmeen bolsos y pasajeros, incluyendo bebés asustados ante los mastines adictos a la cocaína. Nadie se salva, ni el avión oficial del Gobierno brasileño, menos los migrantes. Mientras más rostro indígena, más preguntas; ¡así se combate al racismo! El viajero boliviano aprende que lo maltratan afuera y también adentro. Una cara no occidentalizada, una vestimenta modesta sirven para levantar sospechas.
Los vuelos de BoA, principal comunicación con Europa para la llegada y salida de turistas que supuestamente dejarán más divisas que los mochileros, parecen flotas interprovinciales. Las tripulaciones son extranjeras, de jubilados gringos que no hablan español, no se respetan reservas de asientos ni hay organización en el abordaje.
La salida de Madrid es vergonzosa por el comportamiento de los paisanos  intentando burlar el peso del equipaje de mano (bolsas de mercado). En las filas de espera venden chicharrón, charkekan, sin autorización. No es una anécdota cómica, sino muestra del “hago lo que me da la gana” que los turistas encontrarán a lo largo de su estadía en Bolivia.
La autora es periodista

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