Lo que ocurre en el Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS), no es una simple pelea por una carretera, como pretende hacerlo ver el Gobierno de Evo Morales. Se trata de un conflicto de fuertes connotaciones políticas y sociales tras el que subyace el mismo choque de civilizaciones que tiene crispado a todo el mundo.
Evo Morales lo ve todo muy simple, pero no se da cuenta de las bombas de tiempo que su régimen ha colocado en diferentes puntos del país y que están comenzando a activarse. El presidente acusa a los medios de comunicación de agitar a los indígenas que se oponen a la construcción de la carretera y también se burla cuando, en tono de chacota, invita a sus compañeros cocaleros a seducir a las nativas de la etnia yuracaré que están encabezando la resistencia. Esto ha sido como echar gasolina al fuego, porque en otras palabras, ha propuesto la conquista de las originarias por la vía del sexo (tal vez la violación), un hecho que precisamente ha dejado muchas venas abiertas que no han cerrado en más de 500 años.
Al primer mandatario le causa chiste hablar de los indígenas yuracarés, a quienes los cocaleros han desplazado de sus territorios en todo el Chapare y que ahora son obligados a mendigar y deambular azotados por la miseria y la tuberculosis. Encima de todo, ahora pretenden arrebatarle el último territorio natural que les ha dejado la civilización, para convertirlo en una nueva zona roja, plagada de sembradíos de coca, fosas de maceración de droga y sindicatos que atropellan, destruyen y se enriquecen, mucho más ahora que están en el poder.
El presidente no se da cuenta que lo que hace es “colonizar” en los tiempos de la “descolonización”. Que está terminando de traicionar las banderas que él mismo alzó de manera oportunista para adueñarse del poder que ahora utiliza descaradamente para beneficiar a su grupo. Ahora no solo invita a sus compañeros cocaleros a dominar sexualmente a las indígenas, sino que insulta a sus dirigentes cuando afirma que la famosa “consulta” que figura en la constitución es puro cuento ya que no tiene efectos vinculantes.
No es exagerado cuando los líderes de la Cidob que están preparando una marcha de oposición a la carretera que unirá al Chapare con el Brasil, el mayor mercado de la cocaína boliviana, dicen que en el TIPNIS puede surgir una guerra por el territorio. Y si la chispa se produce no será culpa de ellos, pues son simples víctimas de un ataque que busca aniquilarlos. De hecho, los grupos de colonizadores que buscan extender los sembradíos de coca hacia el parque Isiboro Sécure, han amenazado con atacar con violencia a los que cínicamente han estado llamando “hermanos” en los últimos años.
El desconsuelo entre los indígenas bolivianos es grande. Los originarios del oriente boliviano fueron precisamente los que iniciaron a principios de los años 90, el camino que condujo a la Asamblea Constituyente y al “proceso de cambio” que supuestamente debía reivindicar el derecho de los pueblos nativos a la tierra y al territorio. No es extraño, entonces pensar que lo del TIPNIS es en realidad la gran traición del régimen de Evo Morales hacia los indígenas que lo encumbraron. Más que eso, se trata de la gran patraña que comienza a ser develada y que lógicamente, comenzará a producir detonaciones en otros puntos del territorio.
Evo Morales lo ve todo muy simple, pero no se da cuenta de las bombas de tiempo que su régimen ha colocado en diferentes puntos del país y que están comenzando a activarse. El presidente acusa a los medios de comunicación de agitar a los indígenas que se oponen a la construcción de la carretera y también se burla cuando, en tono de chacota, invita a sus compañeros cocaleros a seducir a las nativas de la etnia yuracaré que están encabezando la resistencia. Esto ha sido como echar gasolina al fuego, porque en otras palabras, ha propuesto la conquista de las originarias por la vía del sexo (tal vez la violación), un hecho que precisamente ha dejado muchas venas abiertas que no han cerrado en más de 500 años.
Al primer mandatario le causa chiste hablar de los indígenas yuracarés, a quienes los cocaleros han desplazado de sus territorios en todo el Chapare y que ahora son obligados a mendigar y deambular azotados por la miseria y la tuberculosis. Encima de todo, ahora pretenden arrebatarle el último territorio natural que les ha dejado la civilización, para convertirlo en una nueva zona roja, plagada de sembradíos de coca, fosas de maceración de droga y sindicatos que atropellan, destruyen y se enriquecen, mucho más ahora que están en el poder.
El presidente no se da cuenta que lo que hace es “colonizar” en los tiempos de la “descolonización”. Que está terminando de traicionar las banderas que él mismo alzó de manera oportunista para adueñarse del poder que ahora utiliza descaradamente para beneficiar a su grupo. Ahora no solo invita a sus compañeros cocaleros a dominar sexualmente a las indígenas, sino que insulta a sus dirigentes cuando afirma que la famosa “consulta” que figura en la constitución es puro cuento ya que no tiene efectos vinculantes.
No es exagerado cuando los líderes de la Cidob que están preparando una marcha de oposición a la carretera que unirá al Chapare con el Brasil, el mayor mercado de la cocaína boliviana, dicen que en el TIPNIS puede surgir una guerra por el territorio. Y si la chispa se produce no será culpa de ellos, pues son simples víctimas de un ataque que busca aniquilarlos. De hecho, los grupos de colonizadores que buscan extender los sembradíos de coca hacia el parque Isiboro Sécure, han amenazado con atacar con violencia a los que cínicamente han estado llamando “hermanos” en los últimos años.
El desconsuelo entre los indígenas bolivianos es grande. Los originarios del oriente boliviano fueron precisamente los que iniciaron a principios de los años 90, el camino que condujo a la Asamblea Constituyente y al “proceso de cambio” que supuestamente debía reivindicar el derecho de los pueblos nativos a la tierra y al territorio. No es extraño, entonces pensar que lo del TIPNIS es en realidad la gran traición del régimen de Evo Morales hacia los indígenas que lo encumbraron. Más que eso, se trata de la gran patraña que comienza a ser develada y que lógicamente, comenzará a producir detonaciones en otros puntos del territorio.
El presidente no se da cuenta que lo que hace es “colonizar” en los tiempos de la “descolonización”. Que está terminando de traicionar las banderas que él mismo alzó de manera oportunista para adueñarse del poder.
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