...Si bien el color del gato ha cambiado, empezando por la sinrazón del alarde del ‘primer presidente indígena’, sigue lo mismo que igual la incapacidad de cazar ratones en lo que a buen gobierno se refiere. Hasta que las urnas se doblegaron al canto de sirena del cambio, el líder cocalero, respondón y pendenciero, soltaba cuando quería la correa a sus mastines de “movimientos sociales” para extorsionar interregnos de gobiernos débiles; hoy continúa la anomia social propiciada al endiosar grupos gremiales: cualquier pedido se anuncia ‘hasta las últimas consecuencias’ con bloqueos atentatorios del respeto al derecho ajeno. El cohonestar cómplice se pavonea al extremo de despedir a un jefe de policía que protegió a una embajada –territorio extranjero- de los excesos montoneros. El espejismo de la honestidad empezó con la renuncia a los fondos reservados que por lo menos requerían control de la Contraloría; fueron reemplazados por cheques de dudosa libre disponibilidad. Son recursos foráneos, otro tipo de inversión externa cuyos réditos habrá que pagar, no sin antes podrir estamentos ediles, militares, sindicales y rurales con un gobernar a talegazos.
Encima tenemos un mandatario picapleitos, tanto más penoso porque si bien podrá aguantar 90 minutos de fútbol, como líder de la pobre Bolivia no aguanta un soplamocos. Es cortina de humo que oculta la incapacidad del gobierno, que las noticias vengan plagadas de fuegos de artificio entre los que destacan los pugilatos al divino botón de Evo Morales. Valió más su situación de dirigente sindical protector de la republiqueta cocalera, que sopesar la expulsión de USAID del Chapare a la luz del ATPDEA que lloriqueamos cada semestre, o el privilegio de la Cuenta del Milenio que permite al país reducir su deuda externa mediante condonaciones piadosas.
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