Mientras el Gobierno despliega una intensa campaña publicitaria, proclamando a los cuatro vientos los éxitos de la "nacionalización" de los hidrocarburos, expertos en el tema coinciden en señalar que la industria está en una crisis, cuyos efectos ya comienzan a percibirse. Es cierto que el Estado obtiene actualmente mayores ingresos por ese concepto, pero el cambio en las reglas del juego tiene un impacto funesto por la falta de exploración y explotación de campos de gas y petróleo.
Es tal la miopía de las máximas autoridades del sector que, seguras de que el gas natural emana por sí solo de las profundidades de la tierra, creen que la disponibilidad de fondos está a la mano, permitiendo al Presidente de la República aumentar el monto de los bonos que entrega a diversos estamentos sociales. La realidad es muy diferente; según los expertos, el país requiere de inversiones superiores a los 5.000 millones de dólares en los próximos años para reactivar la industria energética.
Esa posibilidad no existe. A principios de año, el Gobierno anunció que este año las inversiones llegarían a 1.800 millones de dólares, pero se anticipa que no pasará de los 300 millones. Existe, por otro lado, la oferta venezolana de invertir 880 millones en los próximos cinco años, monto muy por debajo de los requerimientos reales, además de que las promesas chavistas, hasta el momento, han estado cubiertas por un manto de duda.
Como consecuencia, la industria está estancada, con una utilización plena de su capacidad instalada de gas para cumplir a duras penas los compromisos de venta al Brasil, exportar una cantidad mucho menor a la comprometida con Argentina y cubrir el creciente mercado interno. Los datos son alarmantes: en 2007, se perforaron tres pozos en relación a los 67 de hace una década y en la actualidad se trabajan cuatro pozos.
En suma, estamos ante un panorama desolador; Bolivia ha dejado de tener una gravitación regional en el aspecto energético y, en el orden interno, el régimen masista se verá en problemas para poder cumplir sus ofertas económicas, además del riesgo de que se registre una escasez de carburantes para el consumo de los bolivianos. (Subeditorial del diario Los Tiempos en su edición del día)
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