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viernes, 23 de mayo de 2008

hambre en argentina? quién lo hubiera creído! la nación nos lo cuenta

Si la pobreza y la indigencia son ya de por sí cruces lo suficientemente pesadas, ahora se han sumado, por responsabilidad del Gobierno, alrededor de cuatro millones de pobres e indigentes más sobre cuyas espaldas pesa una nueva cruz: la de no existir para las cifras del Indec. Al mostrar un índice de inflación muy inferior al real, el Indec también exhibe un falso descenso de la pobreza que tiene un correlato de pobres sin cabida en el angosto universo de las cifras oficiales. La Iglesia sí ha registrado un aumento en la cantidad de pobres y así lo ha afirmado en tono mesurado el obispo Jorge Casaretto al hablar de un incremento en la "percepción" de la pobreza. Sus palabras le valieron varias réplicas de las autoridades, que lo tildaron de "poco serio" y lo acusaron de carecer de "prudencia" y poseer una "visión sesgada". De esta manera, el Gobierno, que no ha cerrado aún sus conflictos con el campo y la prensa independiente, reabre un enfrentamiento con la Iglesia, ahora por una cuestión difícil de defender, como son las manipuladas estadísticas oficiales. En este conflicto, es la Iglesia con su acertada percepción la que muestra una mayor sintonía con la realidad. Las autoridades sostienen, siempre sobre la base de los números del Indec, que entre octubre del año último y marzo del actual la pobreza cayó al 20,6 por ciento, frente al 23,4 por ciento del primer semestre de 2007, y que la indigencia disminuyó del 8,2 por ciento al 5,9 por ciento. Sin embargo, varios estudios privados señalan que esas magnitudes no son ciertas. Primero, porque lo que define quién es pobre e indigente es la posibilidad de acceder a canastas de alimentos cuyos precios calculados por el Indec se encuentran muy por debajo de los precios reales de esos productos. Y segundo, porque el Indec carece de estudios para el período comprendido entre julio y septiembre del año último debido a un paro de actividades en el Instituto como respuesta a los cambios políticos dispuestos en el organismo. El personal técnico se oponía a las innovaciones metodológicas que terminaron con el prestigio del Indec. Los estudios privados señalan que, en el segundo semestre de 2007, la pobreza habría sido de entre el 28 y el 32 por ciento y, según algunos de esos cálculos, llegarían a cuatro millones los pobres que los números oficiales han condenado a la no existencia. Dos de esos cuatro millones entrarían en la categoría de indigentes. Además de esos estudios, también la experiencia de los comedores populares vuelve a darle la razón a monseñor Casaretto. "Este mes vinieron a anotarse cien familias, cuando hace un año venían veinte o treinta. Ayer y anteayer estuvimos desbordados", expresó Margarita Barrientos, responsable del comedor Los Piletones. Y agregó que "lo que más se nota es la gente que volvió a quedarse sin empleo y las familias que tienen trabajo pero no les alcanza para comer". A la luz de lo ocurrido en el Indec, resulta más confiable la "percepción" que logra la Iglesia por medio de su red de ayuda social. Paradójicamente, son las cifras del Gobierno, y no la "percepción" de la Iglesia, las que exigen un auténtico y casi imposible acto de fe.

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