Escribir una columna de análisis energético a finales de año crea un doble desafío y responsabilidad: analizar el año que se va y tratar de señalar los eventos que vienen en el año que está por comenzar.
El Convenio de París de diciembre de 2015 sigue siendo el gran marco de referencia estableciendo un programa de control sobre el uso de combustibles fósiles para evitar el calentamiento del planeta.
Concurrentemente, se inició un proceso único de acercamiento de los países OPEP con los grandes productores no OPEP para limitar la producción de crudo y lograr estabilizar los precios en el mercado. La reacción a ese arreglo ha sido favorable. El objetivo fue logrado, haciéndose evidente la reaparición de Irán en el mercado petrolero. Por su potencial de producción, su proximidad de abastecimiento de gas a Europa y su gran influencia religiosa en el mundo islámico hace prever que podría convertirse en contestario del liderazgo de Arabia Saudita en la OPEP.
Rusia, al no poder abastecer mayoritariamente el mercado de Europa, ha dirigido su ímpetu exportador de gas hacia China. Se han firmado los respectivos convenios de compra venta y se tienen en construcción dos gigantescos gasoductos que moverán más de 100 MMmcd de la Siberia Oriental hasta el corazón de China.
El gran acontecimiento de 2016 ha sido la elección del señor Donald Trump como futuro Presidente de Estados Unidos. Si cumple los ofrecimientos de su discurso electoral, el mundo energético será fuertemente sacudido. Trump es muy crítico de los arreglos para levantar sanciones a Irán, no está convencido de las causas para el calentamiento global y todavía espera grandes producciones de petróleo, gas y carbón en Estados Unidos. Ha elegido al señor Rex Tillerson, presidente de la Exxon Mobil, como su secretario de Estado. Parecería confirmar las posiciones anteriores. La Exxon Mobil ha sido una compañía que con poco entusiasmo aceptó los argumentos del calentamiento global por el uso de combustibles fósiles.
Argumentación que el señor Trump rechazó como una trama china para debilitar a Estados Unidos.
Dentro del futuro vendaval de contradicciones e imposiciones, ¿qué será de nosotros?
2016 no ha sido venturoso en energía para nuestro país. Durante este año los precios de nuestro gas de exportación han estado bajo el efecto total de la caída de los precios del petróleo. De $us 10-12 MMBTU cayeron a $us 3-2 MMBTU. Los precios del petróleo están subiendo, pero tomará casi un año que se hagan efectivo en nuestros precios de exportación de gas.
Este año termina dándonos señales muy preocupantes sobre la delicada situación de nuestra industria petrolera a corto y mediano plazo. Se inicia con el fracaso de Lliquimuni, primer esfuerzo serio de ingresar al área no tradicional. No obstante los esfuerzos anteriores no hay nueva inversión extranjera en la industria. Lo único que se ha logrado es que las actuales contratistas se comprometan a nuevas inversiones en exploración, con plazos de 40 años.
La producción ya no es suficiente para cubrir los requerimientos crecientes de mercado interno y de exportación. Esto era inevitable porque la producción sigue proviniendo de los megacampos descubiertos por las contratistas. Algunos de ellos en franca declinación y no se tiene campos nuevos que sustituyan esos volúmenes declinantes.
Las cuantiosas inversiones en nuestras refinerías no están dando resultado positivo por la falta de crudo como materia prima, ya que los procesos de refinación no han sido cambiados.
Aunque parezca inverosímil, cuando comenzó la caída de precios YPFB empezó a realizar inversiones cuantiosas, como en la planta de fertilizantes en Bulo Bulo, la distribución de gas natural licuificado mediante cisternas criogénicas a poblaciones menores y construcciones civiles no indispensables, tales como sedes en las regiones, y un nuevo edificio de oficinas centrales en La Paz.
En gran resumen, a partir del 2014 nos hemos embarcado en un camino de encapsulamiento muy peligroso. Seguimos trabajando en el área geológica tradicional, no hay un descubrimiento oportuno para enfocar la exportación de gas después del 2020, todos los proyectos están recurriendo al financiamiento de las reservas netas del Banco Central y no presentan perspectivas de rentabilidad.
Como resultado de este encapsulamiento el futuro de la industria petrolera nacional depende del éxito en exploración de las compañías contratistas presentes en el país. Hemos administrado mal una riqueza y ahora parece que estamos administrando un probable fracaso de la industria petrolera nacional.
Carlos Miranda Pacheco es ingeniero y analista energético.