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lunes, 28 de noviembre de 2016

en tono severo aunque cortés, Victor Hugo Cárdenas describe lo sucedido las últimas semanas en relación a la crisis del gua, que Evo sortea con dificultad acudiendo a la mentira, las medias verdades y las falsas promesas para calma a un pueblo sediento del líquido elemento.

Un estremecimiento nacional recorre las ciudades del país. Sus pobladores, sorprendidos y desilusionados, rumian en silencio el castigo del Gobierno con los cortes de agua, supuesto derecho humano básico en el discurso internacional. Aprobaron una Constitución concentradora en manos del Gobierno central de las competencias sobre el uso del agua. Excluyeron a los municipios y, por su nerviosismo, pretenden atribuir a los alcaldes el descuido de esta desgracia.

Antes hubo sequías locales y regionales. Los encargados de los asuntos públicos, no con pocos problemas, encontraban soluciones de corto y de mediano plazo. Ningún Gobierno se vio en la necesidad de mentir a la población con ‘racionamientos de dos o tres días’ cuando la verdad son cortes indefinidos y cada vez en más barrios y ciudades del país.
La primera reacción del Gobierno fue minimizar el problema.

Los gobernantes continuaron con su rutina cotidiana, mientras crecía la mancha de los hogares sin agua. Viajes, entrega electoralista de obras, aniversarios departamentales para ocultar el auge de los precios internacionales de nuestras materias primas y disimularlo con un supuesto ‘modelo de desarrollo’. Paradoja histórica: caen los precios internacionales y el modelo se hace añicos. Cae el volumen de agua y el rey aparece desnudo, sin ropa, sin ideas y sin propuestas. La mirada perdida y desesperada de encontrar culpables para que la indignación popular no recaiga en el rey.

Dos autoridades sectoriales despedidas.
En la segunda semana, sobre todo, en la zona sur de la ciudad de La Paz, los afectados salieron a las calles en protesta por la restricción de un “derecho humano básico”. Lo mismo en el interior, sobre todo en Sucre. ¿Dónde quedó la serie de invocaciones a las revelaciones de la Guerra del Agua? ¿Y la promesa de una mejor administración que la de las empresas francesas? En su lugar, instalaron mediocridad, ausencia de capacidad técnica, imprevisión total, ni asomo de resiliencia alguna. ¿Sabrá su significado nuestro embajador en las Naciones Unidas?
Sorpresa generalizada: el Gobierno, locuaz en los escenarios internacionales con la proclama de la gratuidad del agua, era incapaz de diseñar un plan de emergencia. Se redujeron a esperar una bendita lluvia. Incluso el vicepresidente, lavándose las manos, culpó al malhumor de los dioses la sequía de agua.

Ese reconocimiento mostraba la ineptitud de un Gobierno, su carencia de cuadros técnicos para la gestión pública y sus limitaciones para coordinar con los gobiernos subnacionales la búsqueda de soluciones inmediatas.

La segunda reacción fue un tardío DS de emergencia frente a la evidente indignación popular. Pretender coordinar con gobiernos municipales hostilizados por el Gobierno central desnuda la falsa sinceridad de sus titulares. Buscarles sin propuesta alguna muestra su falta de imaginación. Por tanto, su propósito se reduce a mitigar el golpe demoledor en las encuestas de opinión pública.

No se pueden negar los efectos del cambio climático, pero es incapacidad local la imprevisión, desorganización y mediocridad de los responsables ante un problema anunciado, junto a la desorientación de las altas cúpulas gubernamentales. Esta tragedia puede persuadir a muchos: ¿es justo premiar a un gobierno con otra rererelección cuando no puede garantizar agua para sus electores y los habitantes del país? Ya asoman cortes de energía eléctrica y otros servicios públicos. ¿No es suficiente la agonía?

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