El Gobierno ha gastado millonadas en difamar al candidato Samuel Doria Medina, por la supuesta sugerencia de cambiar las reglas del juego en la explotación petrolera con el objetivo de estimular las inversiones en el área hidrocarburos, que siguen estando en la cornisa, es decir, los suficientes como para cumplir con los contratos de exportación con Brasil y Argentina, pero totalmente insuficientes para satisfacer el mercado interno que debería ser una prioridad como manda la Constitución.
Ha quedado establecido que la bonanza que vivimos por los récords de exportación de gas es una abundante cosecha fruto de la siembra que se produjo luego del vilipendiado proceso de Capitalización, un mecanismo de atracción de inversiones que seguramente no se hubiera dado de no haber sido por las jugosas ventajas que ofreció el gobierno de entonces. Bolivia siempre ha tenido muy mala fama de nacionalizador y su viejo truco consiste en expropiar cuando las cosas van bien y privatizar en épocas de vacas flacas. Y cualquiera sabe que nadie saca buen precio por una gallina muerta.
Según los expertos en el área de hidrocarburos, la cosecha del gobierno actual podría estar al borde del agotamiento y es posible que los campos descubiertos y desarrollados antes del 2006 estén llegando a su pico máximo que comenzará declinar a partir del 2016. Los antiguos sembradores aseguran haber dejado una herencia de 30 trillones de pies cúbicos de gas al “Proceso de Cambio” y cuando menos se sabe que esta cifra alcanzaba los 18 a 20 trillones. Hoy estamos bordeando los 10 trillones y las autoridades de YPFB se ufanan por el aumento del medio por ciento en las reservas, logradas gracias a los interesantes incentivos que en los últimos años se les otorgó a algunas petroleras, especialmente a Repsol, que gracias a sus inversiones en el campo Margarita le salvó las papas a Bolivia.
Los entendidos aseguran que todas estas ventajas, precios favorables, descuentos impositivos y otros trucos contables han dejado muy lejos a la ecuación 87-13 que tanto promociona el gobierno en sus anuncios y lo peor de todo es que ninguna de las gangas ha conseguido atraer inversiones petroleras para seguir explorando, descubriendo campos y aumentando las reservas. Los mismos expertos dicen que las petroleras, que saben más que cualquiera del factor “largo plazo” y de la paciencia que hay que tener en este negocio, no van a venir ni rogadas, mientras las autoridades nacionales no les den las garantías legales necesarias y sobre todo las ofertas que se pueden conseguir en un momento de desesperación.
El Gobierno quiere mostrarse tranquilo y anuncia inversiones millonarias en exploración tal como lo ha venido haciendo en los últimos nueve años, con resultados menos que irrisorios. El problema es que de acuerdo a algunos cálculos, Bolivia necesita cuanto antes duplicar sus reservas hasta alcanzar los 18 o 20 trillones de pies cúbicos si quiere lograr una renovación del contrato de exportación a Brasil en buenas condiciones, algo que sucedió precisamente cuando se firmó este convenio en los años '90, cuando la siembra estaba empezando a dar sus primeros resultados.
Algo va a tener que hacer el Gobierno para conseguir que las petroleras transnacionales levanten la tranca que le han puesto a nuestro país y muchos creen que están esperando precisamente que se modifique mediante una ley esa ecuación tan leonina que se impuso con la nacionalización. Tal vez estén esperando que el grado de desesperación aumente al punto que la propuesta que dizque hizo Samuel Doria Medina de 50-50 quedará corta.
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