Dicen que a la oportunidad la pintan calva. No entiendo el sentido del axioma, quizá porque en los ‘originarios’ del occidente, la calvicie es tan rara que alguno se afeita para tener algo de frente. No es mi caso, ahora que de viejo ya sufro atisbos de tonsura; mi frente, donde antes podía aterrizar un bimotor, hoy es tan amplia como para que carretee un cuadrimotor. Pero presumo que algo de sagacidad se requiere para aprovechar las oportunidades, y anotaré sobre una que se presenta para el país.
Cavilaba esto al leer que Chile, Perú, Ecuador, Colombia y Bolivia completarían la interconexión eléctrica hasta 2020, “integración regional que forma parte de los pilares estratégicos en materia de infraestructura dentro de la agenda de energía”, según el ministro chileno del ramo. Acotó que el gran tendido eléctrico contribuiría a la integración económica, haciendo más competitiva la región mediante un suministro energético más seguro.
Confieso desconfiar de iniciativas donde figure nuestro país, antes de resolver su enclaustramiento con una salida soberana al mar. Más aún, Bolivia es el único país sudamericano gravitante hacia el océano que vincula con el Lejano Oriente, pero excluido de la Alianza del Pacífico, que opta por razonamientos comerciales más que políticos, siendo contrapeso al ‘socialismo del siglo XXI’ en el que seguimos chipados.
Peor todavía, la transnacional eléctrica con base en Santiago de Chile, con operaciones en Brasil, Argentina, Perú y Colombia, tuvo ganancias de 51 por ciento en 2013. No es que inquiete que Chile provea energía eléctrica al altiplano boliviano; al cabo ya Bolivia tiene un pequeño superávit eléctrico y pronto será aún mayor. Pero sí que la interconexión eléctrica sea aprovechada por países más avispados, siendo una oportunidad que debemos aprovechar.
Porque los bolivianos, afectos a identificar ciclos de la plata, del estaño y ahora del gas natural, deberían racionalizar que el dominio de la energía es el común denominador de los países prósperos. Y Bolivia posee los elementos para ser una potencia energética mundial: agua, alturas y bajuras abruptas, vientos, gas natural y litio.
El potencial acuífero sitúa Bolivia entre los países bendecidos por la abundancia del elemento vital, uno que en el futuro se avizora de ser motivo de guerras. Las recientes inundaciones benianas avisaron que la transición hidrológica de las alturas cordilleranas a las bajuras orientales debe ser controlada, esto es, administrada: ¿qué mejor que a beneficio de la patria mediante hidroeléctricas? La experiencia de los vientos de Q’ollpana y su aporte al sistema eléctrico interconectado nacional, inspira la pregunta ¿cuántos Q’ollpana eólicos y solares hay en el país? Sketch de una política nacional se ha dado con la decisión del acceso al gas primero a los bolivianos; hoy se generan ingresos de su exportación a Brasil y Argentina mediante gasoductos: el uno ya en uso; el argentino debería ser logro a corto plazo. Las termoeléctricas energizadas por el gas, deben ser complementadas con gasoductos virtuales que lleven energía eléctrica y gasífera a los rincones patrios.
Sin embargo, se escuchan voces que alarman. Es cierto, se necesitan de 80 a 100 megavatios (MW) de nueva generación eléctrica para el crecimiento anual de un 7 por ciento de la demanda. Basta apretar el acelerador en la Termoeléctrica del Sur, nuevas turbinas en las caídas hacia el Chapare, ampliaciones en Zongo, etc. Se tendría más del 20 por ciento que hoy se tiene para exportar, pensando a lo chico. Pensando a lo grande, ¿qué tal Rositas en Santa Cruz, una hidroeléctrica en Cachuela Esperanza, otra binacional en el río Madera, para no hablar del gigante del Angosto del Bala?
Ya desperdiciamos la oportunidad de convertir Bolivia en nodo energético del sur sudamericano mediante el gas natural.
Estamos a tiempo de convertir al país en dínamo energético del subcontinente. ¿Por qué tenerle miedo al superávit energético?
Hay proyectos importantes rezagados por falta de energía. Como el hierro del Mutún y su integración vertical en industrias primarias, las cementeras, grandes plantas de producción de litio energético, la minería industrial, la agricultura extensiva de producción de alimentos. Cabría añadir, ¿por qué tener miedo a la exportación, siendo el mercado interno demasiado pequeño?
Es cierto, la exportación de gas natural genera ingresos impensables en otros tiempos. ¿Qué tal si parte de esos recursos se destinan a convertir el gas natural, riqueza no renovable, en otras formas de energía exportable, si posible renovable? Postulo que el dominio y explotación de la energía en el país, es tema demasiado importante para que cojee disgregado en diversos compartimientos estancos, como hasta ahora. Deben ser diseñados en proyectos prioritarios, tal vez por una misma entidad, el agua como propulsor energético, el potencial eólico y solar, el gas natural como energético y recurso industrializable, y el litio de inmensas reservas bolivianas con gran futuro energético.
Pensemos a lo grande. Hoy que otra vez se vive el tira y afloja entre EEUU y Rusia en Ucrania, el as bajo la manga rusa es que Europa depende de la energía de su gas natural. ¿No mejoraría la imagen de Bolivia (y sus ingresos), si parte importante de la energía requerida por sus vecinos proviniese de nuestro país? Aprovechemos las oportunidades que se presentan, tanto en el lado del Pacífico, como en el voraz vecino del este y el norte boliviano, el gigante Brasil.
El autor es antropólogo
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