Algo no está bien en y con Brasil. Nuestro gran vecino y con el que tenemos la más grande relación económica que hemos tenido con un solo país. Los ingresos por el gas que le exportamos, superan los 4.000 millones de dólares anuales. Nuestra relación es fundamentalmente energética.
Hemos acordado el contrato de venta de gas más grande que se ha suscrito en Latinoamérica, que fenece en 2019.
Por ello, los acontecimientos energéticos de Brasil son muy importantes para nosotros.
Nuestra relación en hidrocarburos está funcionando adecuadamente.
En cambio, en hidroelectricidad, para aprovechar el Río Madera, ambos nos hemos aplazado. Ellos en el corto y nosotros en el largo plazo. El proyecto original, que ya no existe, consistía en dos presas en Bolivia y dos en Brasil. Todas ellas con exclusas para que pueda haber navegación desde Bolivia hasta el Atlántico. Aduciendo no tener un conocimiento cabal de cómo podrían afectar las inundaciones de desbordes del río, hemos rechazado el proyecto. Brasil continuó con el mismo y ha construido las dos presas en su territorio.
Con las grandes precipitaciones pluviales de la última temporada, el Madera ha registrado un incremento récord de 18 metros por encima de su nivel. Esto causó enormes inundaciones en su recorrido por ambos países. En Brasil se nos acusa de ser responsables por no tener las presas en el Madera que controlen su flujo, y en Bolivia se argumenta que las presas construidas en Brasil ocasionaron esta inundación aguas arriba en Bolivia. Qué desastre.
Bolivia se quedó sin la posibilidad de salir al Atlántico y Brasil no tiene la absoluta certeza de tener la energía para enfrentar cualquier posibilidad de apagones en el Mundial de Fútbol o en las Olimpiadas.
Petrobras se había lanzado en un financiamiento para erogar 250 mil millones de dólares en cinco años. La friolera de 137 millones por día calendario, necesarios para tener el PreSal en producción en 2015. Ese plan está demorado y además la producción de Petrobras continúa bajando al igual que su posición en las bolsas de valores. Lo lamentable es que el Congreso de Brasil ha puesto en duda la corrección de las erogaciones e inversiones de Petrobras. Existe una comisión especial cuyas noticias iniciales son haber descubierto una corporación de papel por la cual se hacían pagos irregulares. Increíble, pero la comisión ha indicado que también investigará si los arreglos con Bolivia para el pago de los licuables que exportamos y los contratos de gas interrumpibles han sido correctamente negociados. Finalmente, parece que los gobiernos vibran con diferentes ondas. A diferencia de la actitud paternal que demostraba Lula con Evo, varios intentos para lograr una visita de la presidenta Rousseff han quedado en nada. El Gobierno boliviano cuestiona que Brasil haya otorgado asilo a un político opositor, en virtud de su tradicional política de asilo. El prolongado tiempo de ese asilado sin que se le otorgue un salvoconducto ocasionó su salida clandestina y la renuncia del embajador brasileño en Bolivia. Estamos casi un año sin tener un sucesor.
Todo lo anterior no ha hecho otra cosa que enfriar las relaciones entre ambos países.
Mal momento para estar con relaciones tensas con nuestro vecino. Al igual que nosotros, Brasil tendrá elecciones presidenciales este año, en las cuales la señora Rousseff busca su reelección. Por tanto, desde ahora hasta los primeros meses del próximo año, ciertos temas no serán tratados, entre ellos probablemente la compra de urea de Bolivia.
En fecha 23 de mayo de 1974, al inicio de las negociaciones para la venta de gas, en Notas Reversales, Brasil adquirió el compromiso de comprarnos 200 mil toneladas/año de urea. La planta de fertilizantes que está en construcción debería estar en operación a fines del presente año y hasta la fecha no se sabe de ningún comprador para la urea que producirá. Ahora más que nunca es el momento en que el compromiso de compra de fertilizantes por parte de Brasil sea una realidad.
El autor es ingeniero petrolero
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