Cuba ha decidido instalar un gigantesco muelle para contenedores, en vista de que los que tiene Estados Unidos en su territorio no dan abasto al tráfico de su comercio exterior y necesita alquilarlos de los vecinos.
Por estos mismos días, el gobierno boliviano ha decidido ponerle paños fríos a su orgullo y ofrecer a las petroleras todas las ventajas que puedan desear para volver a invertir.
A veces la necesidad no solo tiene cara de hereje sino también de vende-patria.
En las últimas horas se mencionó uno de los siete incentivos que se propone ofrecer el gobierno a las petroleras, consistente en una condonación de impuestos por los primeros cinco años de explotación de un campo petrolero nuevo.
Un anterior gobierno, neoliberal sin disimulos, había creado también la figura de campos “nuevos” y “antiguos” para beneficiar a las petroleras, como está haciendo ahora el “proceso de cambio”… de planes.
Es que el gas se está acabando, ese que fue descubierto en el anterior periodo político, el neoliberal. Y el IDH, del que tan orgulloso está el actual gobierno, pero que fue promulgado por mi amigo Hormando Vaca Díez, debe ser puesto en el congelador.
Este gobierno, que se ganó el gordo de la lotería del gas y de las materias primas con precios altos sin haber ni siquiera comprado un billete de la lotería, está ahora en figurillas.
Esperemos que no culpen a Hormando por no haber previsto que se debían hacer exploraciones para encontrar nuevas reservas. Los regionalistas que odiaron a mi amigo hasta convocar a una revuelta aymara contra él, están callados. Quisieran ser invisibles.
Las petroleras le han dicho al gobierno que no quieren incentivos: sólo quieren que sean eliminados los “desincentivos”. Pero el gobierno no quiere darse por aludido; insiste en aprobar incentivos.
Los costos recuperables sumaron cerca de 4.000 millones de dólares, otras ventajas parecidas suman tanto más.
Pero el gobierno parece decidido a la humillación a cambio de recibir el perdón de las petroleras. Están programadas medidas que equivalen a lacrimosas genuflexiones.
Y así, como dice León Felipe, se hace cansador ver en la historia canallas que se repiten con agobiante regularidad.
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