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domingo, 22 de agosto de 2010

Fernando Iturralde describe la riqueza del Cerro de Potosí y la pobreza citadina que sin embargo podría convertirse en la ciudad más rica de Bolivia

Potosí, la ciudad más rica del continente, es el resultado de la explotación de su cerro, que puede desaparecer. ¿Qué sería de nuestro escudo? ¡Gran dilema para los que no quieren una nueva historia!
El Cerro Rico, a 4.702 metros de altura y 700 sobre la ciudad de Potosí, es explotado desde 1545. Se lo considera un ‘devorador’ de hombres, porque hasta 1824 al parecer mató a unos ocho millones de indígenas y también esclavos negros en el trabajo de extracción de 22.000 a 45.000 toneladas de plata para España. Los relatos de Bartolomé Arzáns hacen referencia al Cerro Rico como lleno de varias minas de metal de plata blanca, “todas riquísimas y en tanta abundancia que no sólo quedaron ricos los de esta Villa, mas también forasteros, particularmente los indios, que como en aquel tiempo eran ellos los que sacaban la plata en las huayras, se llevaban lo mejor, y así se volvieron a sus tierras muchos y ricos”.
Geólogos afirman que aun ahora contiene unos 2,22 mil millones de riqueza mineral, ante todo plata. Actualmente se calcula que más de 10.000 mineros continúan extrayendo 2.000 toneladas diarias de metal precioso de forma altamente contaminante, sobre todo de aguas en las plantas procesadoras. Al parecer hay casi 100 km de perforaciones y galerías. Dicen que en sus inicios tenía 5.183 metros de altura. La prueba de su riqueza no es sólo lo que el cerro contiene, sino también sus desmontes, ‘pallacos’ y ‘sucus’ que dejaron casi 465 años de explotación, de los que con alta tecnología se puede todavía obtener plata de 95 a 98% de pureza, cuidando el medio ambiente, como sucede con la mina San Bartolomé.
Con los equipos, máquinas e instrumentos del siglo XXI, lo que se explotó en casi 500 años se lo podría hacer en 50 años, con el sistema de ‘open pit’, lo que convertiría a la ciudad de Potosí en la más rica del continente, sin matar a millones de habitantes ni tampoco someterlos a las penurias que sufrieron sus antecesores, así como en condiciones de muy reducida contaminación ambiental, comparativamente con todo lo sucedido hasta ahora.
Evidentemente desaparecería un símbolo patrio de la época republicana, que podría ser reemplazado por un cerro artificial, si es tanta la devoción a la paradoja económica de la pobreza que enriquece, como decía el ilustre P.V. Cañete, para varios el primer economista boliviano. No queremos decir que no es un tema de profunda reflexión, pero no tanto por su desaparición, sino más bien por las consecuencias que puede haber en su ausencia a escala de preservación ambiental, de lo que se supone cumple algún rol hoy en día.
Se debe cuidar igualmente el proceso de oferta de su mineral para que no influya en el precio en el mercado internacional, así como el hecho de no volver a una inflación de precios enunciada por Jean Bodin en 1568, debido al exceso de oro y plata proveniente de las colonias españolas a Europa, especialmente del Cerro Rico de Potosí. Bienvenido Potosí Rico, en vez de su cerro, que ya no existiría.

* Economista

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