Tipnis, la carta de más poder cocalero
No es una novedad, porque no fue un secreto; Morales Ayma avisó, desde que los indígenas de tierras bajas le pararon las máquinas, que el Tipnis sería‘ partido algún día. “Tarde o temprano, habrá carretera”, dijo el mandatario. De manera que estamos frente a la posibilidad de que ‘algún día’ sea el día en que él decida intervenir, sin que le importe la voluntad de los beneficiados con la doble categoría que protege el espacio vital del Tipnis.
Pudiéramos recordar la profusa argumentación que se ha emitido de parte de conocedores y especialistas en la materia y voluntariosos defensores; pudiéramos recordar que incluso de parte de los propios indígenas no hay oposición a una carretera: “Carretera sí, pero no así”. Se insiste y se presentan alternativas elaboradas por especialistas que además buscan beneficiar a las poblaciones que están asentadas en los alrededores del curso del río, justificando una intervención que, aun cuando vaya a impactar sobre el monte, podría mitigar el daño, lo que no ocurriría de ser intervenido por la mitad el espacio.
Eso lo sabemos todos y, si hiciera falta, creo que los argumentos seguirán saliendo y los indígenas de tierras bajas volverán a los caminos, de manera que me permitiré ensayar una particular visión sobre el verdadero objetivo de Morales.
Sostengo que la idea del poder político en función de Gobierno es consolidar un espacio vital; construir la carretera implica la ampliación del área de influencia política y estratégica del trópico cocalero. Ello significa no solo la posibilidad de ampliación de los cocales (que podrá darse o no, en función de los intereses del sector) y la expectativa de encontrar petróleo en un espacio cercano al mismo, pero puede implicar también (en caso de que prospere la ilegal re-re-postulación y un hipotético triunfo) la posibilidad de creación de un décimo departamento en función del trópico cocalero; estamos hablando de mermar espacio a Cochabamba (el gobernador cochabambino no manda en el trópico hace mucho tiempo, estos tienen hasta su propia policía, cuando no sus reglas sobre la siembra de coca e incluso sobre la participación de la disidencia política), espacio a Santa Cruz (parte de la provincia Ichilo es el destino de la coca para convertirla en cocaína) y, por supuesto, parte del territorio de Beni, que es donde se piensa ampliar.
La centralidad del poder cocalero necesita consolidarse y para ello el territorio debe ampliarse; la carretera le da posibilidad de controlar el centro del país; por ahí necesitan pasar desde Santa Cruz y, claro, se convertirá en la salida del producto beniano. El poder del control desde el centro se mostró en la guerra del agua, bloquearon los caminos hacia y desde oriente hasta occidente y el país estuvo en problemas.
Morales y los cocaleros lo saben y, sobre todo, saben que, en caso de ser opositores (hecho que va a ocurrir en algún momento), tendrán un espacio importante para mantener poder y buscar el retorno al Gobierno. Si además de coca, tienen control carretero y encima hidrocarburos ‘llenan el cartón’ y, probablemente, tras de ello van.
Pudiéramos recordar la profusa argumentación que se ha emitido de parte de conocedores y especialistas en la materia y voluntariosos defensores; pudiéramos recordar que incluso de parte de los propios indígenas no hay oposición a una carretera: “Carretera sí, pero no así”. Se insiste y se presentan alternativas elaboradas por especialistas que además buscan beneficiar a las poblaciones que están asentadas en los alrededores del curso del río, justificando una intervención que, aun cuando vaya a impactar sobre el monte, podría mitigar el daño, lo que no ocurriría de ser intervenido por la mitad el espacio.
Eso lo sabemos todos y, si hiciera falta, creo que los argumentos seguirán saliendo y los indígenas de tierras bajas volverán a los caminos, de manera que me permitiré ensayar una particular visión sobre el verdadero objetivo de Morales.
Sostengo que la idea del poder político en función de Gobierno es consolidar un espacio vital; construir la carretera implica la ampliación del área de influencia política y estratégica del trópico cocalero. Ello significa no solo la posibilidad de ampliación de los cocales (que podrá darse o no, en función de los intereses del sector) y la expectativa de encontrar petróleo en un espacio cercano al mismo, pero puede implicar también (en caso de que prospere la ilegal re-re-postulación y un hipotético triunfo) la posibilidad de creación de un décimo departamento en función del trópico cocalero; estamos hablando de mermar espacio a Cochabamba (el gobernador cochabambino no manda en el trópico hace mucho tiempo, estos tienen hasta su propia policía, cuando no sus reglas sobre la siembra de coca e incluso sobre la participación de la disidencia política), espacio a Santa Cruz (parte de la provincia Ichilo es el destino de la coca para convertirla en cocaína) y, por supuesto, parte del territorio de Beni, que es donde se piensa ampliar.
La centralidad del poder cocalero necesita consolidarse y para ello el territorio debe ampliarse; la carretera le da posibilidad de controlar el centro del país; por ahí necesitan pasar desde Santa Cruz y, claro, se convertirá en la salida del producto beniano. El poder del control desde el centro se mostró en la guerra del agua, bloquearon los caminos hacia y desde oriente hasta occidente y el país estuvo en problemas.
Morales y los cocaleros lo saben y, sobre todo, saben que, en caso de ser opositores (hecho que va a ocurrir en algún momento), tendrán un espacio importante para mantener poder y buscar el retorno al Gobierno. Si además de coca, tienen control carretero y encima hidrocarburos ‘llenan el cartón’ y, probablemente, tras de ello van.
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