Tangibles imposturas antinación
Que la machacona discusión sobre la intangibilidad del Tipnis sirva para desnudar imposturas y amenazas para el país hoy más tangibles que nunca. Tomando la idea de Roger Cortez, es hora de activar voluntades colectivas frente a un inminente ‘paquetazo’ que tiene al Tipnis como punta de lanza. Paquetazo dispendioso, antiecológico, antiindígena, en suma ‘antiplurinacional’, anclado en una idea de progreso obsoleta enquistada en el núcleo de poder y en el imaginario nacional y cuyos ingredientes se anidan en la Agenda 2025.
El medioambiente no es mi tema ni abrazo dogmáticamente causas ‘pachamámicas’. Sin embargo, el análisis de los hechos me anima a indicar que la declaratoria de intangibilidad de todo el Tipnis en 2011 se fundó en un acto desesperado por evitar el avasallamiento ‘colonial’ y depredador reñido con los derechos indígenas y principios de protección y administración de áreas protegidas concebidas en la Ley del Medioambiente de 1992 y su reglamento hoy constitucionalizados. Ya desde entonces, el manejo integral de áreas protegidas contemplaba la posibilidad de declarar zonas intangibles, pero no a toda su extensión. Buen pretexto para no hacer nada.
Tras la victoriosa marcha indígena siguió más de lo mismo: una historia política de oportunidades perdidas. No se pudo sincerar un debate nacional sobre los límites y costos del desarrollismo extractivista de mediados del siglo pasado frente a una nueva manera de asegurar progreso y bienestar contemplando el manejo sustentable de los recursos.
Siete años después, son inocultables los efectos tangibles de ese silencio y la ausencia de respuestas reflexivas. El oficialismo aprovechó para profundizar los mitos desarrollistas. Los datos son elocuentes. La cartelera informativa del día da cuenta de un sinnúmero de problemas mayores cuyo debate plural nos es negado.
‘Antinación’ es un término fuerte. Y es que el problema de los indígenas y del Tipnis es un problema de todos, como también lo es el crecimiento de los cultivos de coca destinados al narcotráfico hoy bendecidos por la polémica Ley de la Coca. Son temas, entre otros, que trascienden el interés de colonos, campesinos, cocaleros, cooperativistas y otras ‘c’ avasallantes. Se prohíjan intereses sectoriales en desmedro del destino común de los bolivianos.
Aceleradamente, el impulso particularista y conservador del pacto corporativo que sostiene al MAS se impone a la par que su lógica electoralista. En este punto no es descabellada la idea de “plurinacionalizar su discusión” echando mano al referendo como herramienta democrática para que el pueblo hable y esas minorías empoderadas acaten. ¿Lo harían?
El medioambiente no es mi tema ni abrazo dogmáticamente causas ‘pachamámicas’. Sin embargo, el análisis de los hechos me anima a indicar que la declaratoria de intangibilidad de todo el Tipnis en 2011 se fundó en un acto desesperado por evitar el avasallamiento ‘colonial’ y depredador reñido con los derechos indígenas y principios de protección y administración de áreas protegidas concebidas en la Ley del Medioambiente de 1992 y su reglamento hoy constitucionalizados. Ya desde entonces, el manejo integral de áreas protegidas contemplaba la posibilidad de declarar zonas intangibles, pero no a toda su extensión. Buen pretexto para no hacer nada.
Tras la victoriosa marcha indígena siguió más de lo mismo: una historia política de oportunidades perdidas. No se pudo sincerar un debate nacional sobre los límites y costos del desarrollismo extractivista de mediados del siglo pasado frente a una nueva manera de asegurar progreso y bienestar contemplando el manejo sustentable de los recursos.
Siete años después, son inocultables los efectos tangibles de ese silencio y la ausencia de respuestas reflexivas. El oficialismo aprovechó para profundizar los mitos desarrollistas. Los datos son elocuentes. La cartelera informativa del día da cuenta de un sinnúmero de problemas mayores cuyo debate plural nos es negado.
‘Antinación’ es un término fuerte. Y es que el problema de los indígenas y del Tipnis es un problema de todos, como también lo es el crecimiento de los cultivos de coca destinados al narcotráfico hoy bendecidos por la polémica Ley de la Coca. Son temas, entre otros, que trascienden el interés de colonos, campesinos, cocaleros, cooperativistas y otras ‘c’ avasallantes. Se prohíjan intereses sectoriales en desmedro del destino común de los bolivianos.
Aceleradamente, el impulso particularista y conservador del pacto corporativo que sostiene al MAS se impone a la par que su lógica electoralista. En este punto no es descabellada la idea de “plurinacionalizar su discusión” echando mano al referendo como herramienta democrática para que el pueblo hable y esas minorías empoderadas acaten. ¿Lo harían?
No hay comentarios:
Publicar un comentario