En este país conocemos muy bien de crisis y sabemos cuándo las cosas se ponen color hormiga. Una forma de detectar estos momentos álgidos es cuando la Policía, que no deja de ser un sindicato como casi todo en Bolivia, aparece con una de sus exorbitantes demandas salariales. Y justamente hoy, cuando el Gobierno luce atormentado por tantos hechos y denuncias de corrupción, la Asociación de Suboficiales de la Policía lanza un pedido de incremento salarial de cuatro mil bolivianos.
El otro indicador es la aparición de personajes algo oscuros. En su momento ha sido un asesor de origen peruano con negros antecedentes en su país y en este caso, ha sido un ex viceministro, famoso por organizar grupos de choque y que cayó en desgracia dentro del Gobierno, cuando el sector de los “duros” lo marginó. Precisamente esa facción de la dirigencia es la que ahora es blanco de las críticas y el exfuncionario aparece en escena como queriendo sacar las papas del fuego.
Lo anterior forma parte de las clásicas maniobras de la politiquería boliviana y en este contexto se pronuncian los obispos de Bolivia, siempre con la lucidez y la mesura que los caracteriza. Pese a ello y a que suelen reflexionar siempre sus análisis, ellos se han declarado “perplejos” por los casos de corrupción y extorsión revelados recientemente y lamentaron que las esperanzas del pueblo en el gobierno de Evo Morales "se vayan desmoronando poco a poco".
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