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lunes, 10 de marzo de 2014

El Deber considera que el estado de ciertos vehículos y la falta de control técnico de los mismos, especialmente en el sistema de carburantes, constituye "una bomba de tiempo" y es materia de alto riesgo para la seguridad del conductor, los pasajeros y los transeuntes.

Santa Cruz de la Sierra concentra la mayor cantidad del parque automotor nacional y se calcula en más de 250.000 las unidades que circulan por la ciudad provocando un caótico e  insufrible tráfico vehicular. Muchos de esos vehículos son utilizados por el transporte público y funcionan a gas como el que hace poco casi causa una tragedia en la localidad norteña de Minero. Ocurrió cuando súbita y violentamente explotó su tanque de combustible mientras se reabastecía en un surtidor.  No se produjeron víctimas fatales aunque sí graves daños materiales en la estación mientras el minibús se convirtió en un amasijo de fierros retorcidos.

El siniestro fue atribuido a la ‘dejadez’ del propietario del vehículo porque la corrosión había afectado el tanque después de más de diez años de uso y el estallido pudo haber ocurrido en cualquier momento y lugar. Se sabe que en esta ciudad circulan 40.000 vehículos que periódicamente necesitan ‘recalibrar’ sus depósitos de carburantes y se ha denunciado el funcionamiento de más de medio centenar de talleres clandestinos donde se realizan defectuosas instalaciones.

Un experto en la materia ha recomendado un mayor control de los motorizados que funcionan a gas y cuyos tanques tienen una garantía de cinco años. Pasado ese periodo, se hace necesaria una prueba hidrostática para establecer si esos depósitos todavía pueden seguir siendo utilizados.
También hace falta mayor vigilancia y cuidado en los surtidores donde vehículos, como el siniestrado en Minero, se reabastecen de combustible con sus pasajeros a bordo cuando las medidas de seguridad establecen que todos los usuarios deben descender mientras se realiza dicha operación.

El tema abordado además permite hacer notar que el parque automotor cruceño, especialmente el que abarca el transporte público urbano, suburbano e interprovincial, nuevamente está invadido por vehículos que en décadas pasadas habían sido retirados del servicio por no reunir condiciones de seguridad y comodidad para los usuarios, además de acrecentar los graves problemas de circulación vial. La autoridad competente debe informar sobre las razones para el regreso de los ‘misiles’, a los que ahora se identifica como ‘surubíes’, que parecen multiplicarse en la ciudad, donde numerosos ‘gremios’ han habilitado, donde mejor se les ha ocurrido, paradas para sus unidades.

Entre cacharros, ‘bombas de tiempo’, arbitrariedades y desorden, el transporte público en Santa Cruz sigue representando un fuerte dolor de cabeza.
Consejo Editorial: Pedro F. Rivero Jordán, Juan Carlos Rivero Jordán, Tuffí Aré Vázquez, Lupe Cajías, Agustín Saavedra Weise y Percy Áñez Rivero

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