Por más que el Gobierno afirme que el nuevo Estado Plurinacional es absolutamente soberano, que ha cambiado la mentalidad derrotista del boliviano, que no somos peones de nadie, que queremos tener socios y no patrones, Bolivia, con algunos cambios no muy buenos, sigue siendo la misma de hace algunos años. Existen, hay que reconocer, muchas mayores reservas internacionales, más exportaciones, menor déficit fiscal, pero eso no se debe a que Bolivia produzca diez veces más que antes de la llegada de S.E. al poder. No responde a que estemos a la par con Chile y Perú en crecimiento, sino a que hemos sido favorecidos por excelentes precios, jamás vistos históricamente, en nuestras materias primas.
Lo de los precios en mercados internacionales, que tanto nos benefician, pueden cambiar de un día a otro, y entonces veremos que no se trata de que Bolivia se haya convertido en una “potencia emergente” y que, en siete años, hubiéramos crecido en producción. Nada de esto se puede equiparar a un milagro económico, como el ministro de Economía está listo a declarar. El “milagro boliviano” no existe, lamentablemente, porque fuera de los espléndidos precios de nuestras materias primas, se han cometido errores garrafales con la política de hidrocarburos y con la producción agrícola que ha sido restringida sin ninguna justificación.
Por lo tanto, no juguemos a potencia mayor. Ni siquiera podemos jugar a potencia menor comparados a nuestros vecinos. Mucho menos estemos tirando de la cuerda en nuestras relaciones con los EE.UU. porque no nos va a ir bien. Es cierto que tenemos todo el derecho se proclamarnos soberanos y que al pueblo le entusiasma ver cómo Bolivia puede poner en su sitio a los norteamericanos. Echar del país a un embajador gringo no es cosa de pobres diablos. Acusar a los yanquis de imperialistas en cuanta reunión acontece, causa cierta sensación de placer morboso, porque provocar al más grande, y que éste se achique, siempre halaga.
Pero hay que guardar las proporciones. Se debe andar con tiento. Es comprensible ilusionarse si el Estado Plurinacional ya se ha dado algunos gustos tirándole el guante a la cara a la primera potencia del mundo. Mas ahora sería mejor que las relaciones diplomáticas se normalicen con un intercambio de embajadores. Y si no queremos hacer el canje de embajadores, por lo menos llevemos una política prudente y coherente, si no la deseamos cordial.
Nada vamos a ganar hostilizando a los gringos, que no sea el aplauso de los chavistas, del ALBA, de Irán o Siria. Pero, ¿qué van a hacer esas naciones si de golpe se corta el montón de dinero que estamos derrochando hoy? ¿Qué sucedería si súbitamente se seca el chorro? ¿Si faltara plata hasta para el combustible del avión presidencial? Tal vez la primera factura a pagar vendría de Venezuela, porque se le debe mucho dinero. Y ni se diga lo que nos aguardaría si, como parece, Chávez, que es nuestro mecenas, pasara a mejor vida o no puede hacerse cargo de la presidencia.
No nos hagamos los matones de barrio si nos falta músculo. Si nos ponemos a investigar lo que ha hecho cada embajador norteamericano designado en Bolivia, no va a venir ninguno. Porque todos sus funcionarios profesionales han tenido que pasar por Pinochet, Castro, Videla, Gadafi, Somoza, Hussein, Kim Il-sung, o Chávez, posiblemente. Ya fueran secretarios o consejeros de embajada han tenido que hacer su carrera donde los enviara el Departamento de Estado y no donde ellos quisieran ir. Investigar el pasado de los candidatos a ocupar la embajada en La Paz, como si se tratara de delincuentes comunes, es cosa de risa. ¿Qué pasaría, por ejemplo, si EEUU investigara los antecedentes de todos los miembros el actual gobierno nacional? ¡Saltarían las alamas! ¡Vaya que habría cosas interesantes para enterarse!
Si se quiere encontrar pelos en la leche se los va a hallar. Expresa el Gobierno que los norteamericanos, en una oportunidad, violaron la soberanía nacional porque un grupo de investigadores estadounidenses estuvo en Chacaltaya y en Yungas, no para fines científicos, sino para saber cómo pelear mejor en la altura. Algo destinado a aplicar contra los afganos. ¡Pero qué disparate! ¿No lo podían hacer en Perú, Chile o Argentina también? Y el ministro de Gobierno dice que puede exhibir pruebas, mas como afirma siempre S.E., sin mostrarlas nunca.
Están proponiendo investigar nuevamente al “gringo” Ostreicher – según palabras de S.E. – cuando se pensaba que se lo iba a resarcir por los daños económicos y morales que se le habían ocasionado. Ostreicher, entonces, podría regresar nuevamente al penal de Palmasola, para que ahí lo acaben de rematar de una puñalada y se tapen todos los hechos de corrupción que tienen enloquecido e indignado a S.E.
Hagamos las paces con la gran potencia. No sigamos lo que nos dictan otros países ni trasnochados adivinos cósmicos, agoreros del fin del capitalismo. Finalmente, vamos a quedarnos solos, como quijotes en el silencio quieto de nuestro enorme territorio.