La madre tierra sufre con la fabricación de cocaína, cuyos insumos destruyen su productividad, erosionan los suelos y contaminan las aguas…
193 a 1, ése fue el resultado de la votación con la que se puso fin al debate de la cumbre mundial sobre el cambio climático en Cancún. Bolivia no pudo contra el mundo. Fracasó en sus intentos de hacer aprobar acciones excesivas que redujeran en 50 por ciento las emisiones de carbono y en un grado centígrado la temperatura del planeta durante el presente siglo. Era, en verdad, una utopía irrealizable.
Fracasó el país y su diplomacia que una vez más desnudó su ineficiencia. Tan ineficiente fue que, aparentemente, ni siquiera tuvo contactos con los aliados políticos de esta parte del mundo, como Venezuela, Ecuador, Cuba o Nicaragua, para evitar la vergüenza.
Ahí, en la cumbre, no contaron las ideologías. Los pregonados apoyos incondicionales de los Chávez, Castro, Correa y Ortega a Evo Morales desaparecieron como las nubes cuando las bate el viento. Los intereses del mundo son diferentes a los que tienen el Gobierno boliviano y nuestro Presidente, quien, después miró el resultado adverso como una victoria pírrica, como “una premiación”, a tiempo de proclamarse vocero de los pueblos del mundo.
Dijo que esa derrota demostraba que él no está sometido, como dicen sus detractores, a sus amigos Fidel Castro o Hugo Chávez, a cuyos gobiernos incluyó tácitamente entre los “pequeños países” que aceptaron el texto final de Cancún “por la plata”.
Eso refleja que Morales se sintió traicionado por sus pares ideológicos, quienes también podrían ahora estar molestos por la reacción del Jefe de Estado boliviano y, alguno, celoso porque el Presidente boliviano parece querer asumir la conducción de una “lucha planetaria” en defensa de principios y valores sobre el medio ambiente que, dijo, no negociará con nadie.
Es cierto lo que dice el Mandatario boliviano. Los principios no se negocian y menos se los subasta. Por eso es necesario que Bolivia acentúe su lucha contra los verdaderos contaminadores de ríos, tierras y aire, en nuestro territorio. La madre tierra está sufriendo con la fabricación de cocaína, cuyos insumos destruyen indefectiblemente su productividad, de esa manera erosionan los suelos y contaminan las aguas del Chapare y de otras regiones selváticas del país, donde están las más sofisticadas fábricas de clorhidrato de cocaína, es decir, de cocaína de alta pureza.
El Gobierno debe entender que, a mayor producción de coca, habrá mayor producción de cocaína, con sus secuelas de daños a la tierra y al medio ambiente que el presidente Morales dice que, por principio, debe defender junto con los pueblos del mundo, aunque los representantes de esos 193 pueblos le dijeron no a la pretensión boliviana.
Es necesario que nuestra diplomacia realice un análisis autocrítico para determinar cuáles son las causas y quiénes son los responsables de los fracasos frecuentes de nuestra política exterior. No es posible que se deje al azar el impacto que puedan generar las propuestas nacionales.
Si se hubiera hecho un sondeo de la posición que iba a asumir el resto de los países de la región o, al menos, aquellos que se dicen amigos incondicionales de Bolivia, debido a sus coincidencias o similitudes políticas, se habría evitado tan estruendosa derrota. (Fracaso en Cancún. La Prensa de LP)
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