De pronto, un “gasolinazo” desesperado e irresponsable se convirtió en un plan de gobierno, el mismo que se ha repetido en dos elecciones pasadas y que jamás se llegó a cumplir, pese a que han transcurrido cinco años del “proceso de cambio”.
Quién puede creer a estas alturas en los tractores, en los programas de riego, en el seguro agropecuario, en la reactivación de la producción rural y en todos esos programas que fueron anunciados tantas veces y que nos tienen aquí, importando alimentos como nunca, al borde de una crisis alimentaria y con el aparato productivo herido de muerte.
Escuchar al Presidente y sobre todo, observarlo tan confundido, con un discurso caótico y repetitivo es como para preocuparse, mucho más cuando entre sus grandes anuncios, muestra un decreto firmado que autoriza un aumento salarial del 20 por ciento para policías y militares. Ese es un mal presagio que anticipa un futuro plagado de convulsiones sociales. De hecho, las movilizaciones y protestas se agudizaron este jueves, luego de un mensaje presidencial que dejó atónitos a todos.
En teoría, el dinero que se ahorra con la suspensión del subsidio a los combustibles debería ser usado para reactivar la economía boliviana y fundamentalmente para dar señales de que esto no va camino a un descalabro inflacionario. La gran sorpresa fueron esos aumentos salariales muy selectivos, incremento en los bonos, dobles aguinaldos ¿y los demás? que se las arreglen solos. A los empresarios privados les ha dejado la tarea (muy neoliberal por cierto) de negociar con sus trabajadores un aumento salarial para el 2011. Eso sería coherente en situaciones normales, pero no después de un gasolinazo del 80 por ciento y peor aún, tras haber establecido un parámetro del 20 por ciento aprobado para los uniformados y también para los sectores de salud y educación. ¿Y qué dijo de los transportistas? Ha apelado a la conciencia de ellos para que por favor no se excedan en los aumentos de los pasajes. ¿Dónde quedó el Estado integral? ¿No es esto una invitación al caos señor presidente? Porque ni el neoliberalismo más recalcitrante actúa con ese libertinaje.
¿Retroceder? Esa posibilidad tal vez pueda estar en la mente de algunos jerarcas del Gobierno pero sólo ellos saben en el berenjenal que están metidos. Es mentira la justificación del contrabando y tampoco es cierto que las petroleras no invierten en Bolivia por culpa de los precios bajos de los combustibles; esa es una de tantas razones. Nadie invierte en Bolivia porque se ha vuelto un país enemigo de la actividad privada, preso de ideas económicas que proponen volver al sistema de trueque y porque ningún empresario arriesgaría un dólar sabiendo que cualquier momento el Presidente puede levantarse con ganas de nacionalizar.
La verdad puede estar en lo que numerosos analistas han graficado como el borracho que ya no tiene plata para seguir de farra. Un beodo en esas circunstancias es capaz de hacer cualquier cosa para conseguir dinero y continuar su orgía de excesos y derroche. A Evo Morales, un autócrata disfrazado de socialista, parece importarle un bledo volverse neoliberal en ciertas circunstancias con tal de seguir en su fiesta populista. Las petroleras, por cierto, están de plácemes, como en Nigeria o en Irán.
Oír a Morales tan confundido con un discurso caótico y repetitivo es preocupante, mucho más cuando su gran anuncio, es un decreto que autoriza un alza salarial del 20% para policías y militares. Un mal presagio que anticipa un futuro de convulsiones sociales.