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lunes, 10 de agosto de 2015

no puede ocultar la desesperanza que comienza a generalizarse entre los bolivianos y Harold Olmos, acude al ejemplo de Brasil cuya economía se desploma a ojos vista y cuyos efectos no tardarán en hacer mella en la Bolivia de Evo, pertinaz y terco en defender un tipo de cambio que sólo nos causa daño en lo industrial y en lo comercial

Los índices excluyen un optimismo inmediato y las recomendaciones son claras: hay que prepararse para un empeoramiento. Resta por comprobarse si también en la economía se aplica la sentencia fatal de Richard Nixon: como le vaya a Brasil, así le irá a América Latina (diciembre, 1971, en un brindis para el militar dictador brasileño que lo visitaba en la Casa Blanca). 

La racha de malas noticias la encabezó el estado general de la economía. El PIB decrecerá un 1,7%, porcentaje mayor al 1,5% previsto al comenzar el año. La diferencia del 0,02% representa algunos miles de millones de dólares respecto a los tres billones calculados para el PIB de nuestro vecino, entre el sexto y séptimo del mundo. La señal más reciente de la contracción vino de la industria, que se encogió en más del 6,3% en los primeros seis meses del año y que se refleja en una baja del 20% de la producción automovilística. El índice industrial arrastra a todos los demás con valor tangible para la economía. Un elemento positivo (cada nubarrón tiene línea plateada) es la amplia difusión de estas noticias, sin censura ni temores, y la ejecución de planes de austeridad severa.

El impacto del fenómeno brasileño se siente en las zonas fronterizas a causa del valor del real, nunca tan débil desde finales de 2002, cuando Lula se preparaba para asumir el Gobierno “sin miedo de ser feliz” y la ansiedad dominaba los mercados financieros. Hace pocos días, el kilo de pollo brasileño llegó a costar Bs 5 en los friales de Puerto Quijarro, mientras cundía la angustia entre los avicultores cruceños que con Bs 9-10 el kilo no podían competir. Eso ya era la mitad del año anterior. Entonces y ahora, la moneda boliviana gozaba de un prestigio con pocos paralelos, pero asfixiante para los productores nacionales.

La variedad de manifestaciones refleja el fenómeno de ‘la gateadora’, descrito a comienzos de año por el ex prefecto cruceño Rolando Aróstegui, cuando en los llanos el agua avanza indetenible. Su alcance luce continental (en Venezuela, dos bolivianos sobran para llenar un tanque de 40 litros de gasolina). En nuestro medio, muchos encogen los hombros en señal de “a mí no me toca”, aunque perciben que la gateadora cobra un ritmo peligroso. Con Lula investigado dentro de uno de los mayores escándalos de la historia sudamericana, muchos brasileños se preguntan si valió la pena aventurarse sin miedo en busca de una felicidad que, al menos fuera del paraíso terrenal, luce demasiado escurridiza

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