La caída continua de los precios del petróleo está causando mucha preocupación, por eso unas aclaraciones. Petrobras (Brasil) y Enarsa (Argentina) que son nuestros compradores, por contrato establecen los volúmenes que debemos exportar. El valor de esas exportaciones depende de los precios de venta del gas que, por contrato, son referidos a los precios del petróleo. Los precios del gas se fijan trimestralmente utilizando promedios también trimestrales de los precios de refinados del petróleo (fuel oil y diesel oil).
Por estas razones, si el precio de petróleo sube el del gas también. Cuando el precio del petróleo baja, también lo hace el gas.
La salud económica de nuestro país depende del valor de esas exportaciones que representan el 60% del total.
Cuando el precio del petróleo se desplomó en diciembre de 2014, se predijo y advirtió que por las exportaciones de gas dejaríamos de percibir más de $us 2.000 millones por año. Como es acostumbrado, estas observaciones fueron recibidas, en el sector oficial, con incredulidad y una sonrisa de suficiencia. Cuando el petróleo empezó a caer por debajo de los $us 50/barril desaparecieron las sonrisas y ahora que ha llegado a menos de $us 40/barril, un sudor frío recorre las frentes de los comentaristas oficiales.
Además, aunque el precio del petróleo retornara al anterior de $us 100/barril, por las fórmulas establecidas en los contratos, al precio del gas le tomaría unos seis meses retornar a niveles de más de $us 10/MMBTU. Por tanto, pase lo que pase, el 2015 por exportaciones de gas se recibirán entre $us 2.000 a $us 3.000 millones menos.
El contrato de venta de gas con Petrobras (Brasil) concluye el 2019 y esa fecha está a la vuelta de la esquina. Su importancia económica es de tal magnitud que merece intentemos, con señales actuales, vaticinar cómo evolucionará el mercado mundial del gas hasta esa fecha.
En el hemisferio occidental la actividad fundamental de la industria gasífera, continuará siendo reemplazar el gas ruso para Europa que se transporta a través de Ucrania. EEUU y la UE pretenden lograr ese objetivo en dos etapas.
Primero, abasteciendo con LNG con barcos metaneros, una especie de réplica del abastecimiento aéreo a Berlín. El LNG para Europa sería shale gas norteamericano licuificado, más LNG de Trinidad y Tobago y África.
La segunda etapa sería la solución definitiva con el envío a Europa de gas iraní por gasoducto. La aprobación del Consejo de Seguridad de la ONU al Pacto Nuclear, levantando las sanciones a ese país, ha abierto las puertas para hacer posible el abastecimiento de Europa con gas iraní.
El resto de la industria del gas se está preparando activamente para desplazar al gas ruso que abastece Europa. Así tenemos en EEUU plantas regasificadoras convirtiéndose en plantas productoras de LNG utilizando shale gas. España está ampliando su recepción de LNG africano para incorporarlo a la red europea de gas natural. Inclusive se especula que la producción del campo venezolano Perla será convertida en LNG para Europa. Asimismo, tenemos que las compañías transportadoras de LNG con barcos metaneros están ampliando el tamaño de sus flotas.
Por los acontecimientos descritos vemos que hemos caído en una infeliz coincidencia. Debemos negociar un nuevo contrato con Brasil en medio del desarrollo casi febril de fuentes de producción de LNG y un posible aumento de barcos metaneros produciendo una rebaja de precios en el transporte marítimo.
A primera vista parecería que Brasil tiene una clara posición de superioridad en esas hipotéticas futuras negociaciones. Pero esa posición no reflejaría completamente la realidad. Petrobras ya ha pagado, hace tiempo, por adelantado $us 80 millones por fletes de transporte de gas para un segundo contrato. Además, para el 2019, el gasoducto al Brasil estará totalmente depreciado, lo cual hará que las tarifas de transporte bajen drásticamente.
En una situación de esa naturaleza, el que podamos mostrar reservas que garanticen el cumplimiento de un segundo contrato sería el factor que incuestionablemente defina el éxito de la negociación. Lamentablemente no las tenemos.
¡Cada vez se ve más claro el terrible error de no haber explorado estos años pasados cuando teníamos una abundancia total de recursos!
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