Cuando el presidente Evo Morales dijo que “se pierde tiempo en consultar a pueblos indígenas”, porque está urgido de ‘brincarle’ a los territorios indígenas, me pareció que actuó como si fuera el presidente de una empresa petrolera importante, para quien el famoso discurso de que las exploraciones y posteriores explotaciones “serán de gran beneficio para el país” le viene bien a sus bolsillos. Está claro que las exploraciones y las explotaciones sin consultas, sin establecer compromisos con los moradores de las zonas por intervenirse, terminan haciendo daño. En el pasado se ha causado tanto daño al mundo que gran parte del problema del calentamiento global se lo debemos (o debiéramos cobrárselo) a los que piensan solo en el lucro y no en los derechos de los que estaban ahí y de los que vendrán.
Nunca se me ha ocurrido la idea de la ‘cero exploración’ o, peor aún, ‘cero explotación’ porque sé y entiendo que la naturaleza debe ser ‘aprovechada’ por la humanidad. Y cuando escribo ‘aprovechada’ no digo destruida ni agredida, porque sé, además, que todo se puede hacer si hay respeto al espacio donde se trabaja, respeto que implica, antes de nada, pedir permiso a los moradores para entrar a trabajar. La consulta previa es una necesidad y un derecho y es inadmisible que el presidente diga: “No es posible que en las llamadas consultas se pierda tanto tiempo, esa es la gran debilidad que tiene nuestro Estado”, porque esa “debilidad es la garantía de un proceso de racional uso de los recursos naturales”, y tampoco es correcto que se hayan modificado “algunas normas con el único objetivo de acelerar la inversión y cómo obtener más recursos naturales y eso beneficie al pueblo boliviano”, ya que los derechos de los ciudadanos no pueden ser “modificados por intereses de unos cuantos (petroleras y administradores del Estado).
Puedo estar perdiendo el tiempo escribiendo esto, pero no importa; como sea, cierro con las acertadas palabras del papa con relación al tema: “Nadie pretende volver a la época de las cavernas, pero sí es indispensable aminorar la marcha para mirar la realidad de otra manera, recoger los avances positivos y sostenibles y, a la vez, recuperar los valores y los grandes fines arrasados por un desenfreno megalómano” (Laudatum si).
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