El debate corrió por las ramas y perdió el rumbo, pero quedó ratificada una realidad: en estos tiempos Bolivia importa más diésel que nunca y los subsidios pronto pueden ser insoportables. De unos 1.100 millones de dólares que el país paga por los combustibles importados, cerca de 600 millones no tienen retorno. Corresponden a lo que el consumidor deja de pagar en el surtidor y que es cubierto por el Estado a través de YPFB. En el subsidio se va la mayor tajada de los ingresos por las ventas de gas a Brasil y Argentina. Es una forma de privarse de dinero para pagar y educar mejor, construir escuelas y hospitales o comprar equipos de bomberos para los aeropuertos.
La novedad en estos días es que Venezuela no es más el suplidor casi único de diésel para Bolivia.
Su lugar lo ocupa un abanico de empresas y países. Chile, un potencial comprador al que no se quiso exportar “ni una molécula” de gas natural, es el tránsito obligatorio para los suplidores. Ante la noticia de que Chile se había convertido en la principal fuente de abastecimiento boliviano de combustibles, el Gobierno salió al paso para aclarar que no es así y que el vecino es solo el país por el que pasa el diésel que nos llega. Como hace un quinquenio cesó la publicación del parte diario de YPFB que informaba sobre el estado de la industria, desde la importación/exportación hasta la producción de cada pozo, no es posible una cuantificación de las importaciones.
Cuánto costaba el diésel venezolano y exactamente por qué dejó de comprárselo son misterios por ser aclarados. Si lo que Bolivia paga a sus nuevos suplidores es menos que lo que pagaba a Venezuela, habrá que preguntar por qué no se cambió antes de suplidor. Si los vendedores actuales cobran más que Venezuela habrá también que saber el porqué. Atribuir la caída en picada de las compras de nuestro vecino a problemas técnicos suena extraño y como explicación luce insuficiente.
Cuánto costaba el diésel venezolano y exactamente por qué dejó de comprárselo son misterios por ser aclarados. Si lo que Bolivia paga a sus nuevos suplidores es menos que lo que pagaba a Venezuela, habrá que preguntar por qué no se cambió antes de suplidor. Si los vendedores actuales cobran más que Venezuela habrá también que saber el porqué. Atribuir la caída en picada de las compras de nuestro vecino a problemas técnicos suena extraño y como explicación luce insuficiente.
El incidente en la principal refinería venezolana (Amuay, 650.000 barriles diarios) ocurrió en agosto de 2012 y la reducción acentuada de compras data de comienzos de este año, un periodo que coincide con la muerte de Hugo Chávez y la ascensión de Nicolás Maduro.
Es mejor un abanico de vendedores que incluye a empresas de países capitalistas que compran el combustible de barcos en altamar y lo venden a Bolivia. EL DEBER (06/09/2013) mencionó a empresas de Suiza, Argentina y de otros seis países. EEUU y Perú, dijeron otros informes. Es plausible presumir que YPFB, comprando sin criterios políticos, ha optado por un viejo proverbio chino: “No importa de qué color es el gato, con tal que coma ratón”. Era uno de los dichos favoritos del expresidente Gonzalo Sánchez de Lozada
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