¿Es el Movimiento al Socialismo la opción de los pobres en Bolivia, en el Departamento del Beni? O, más bien, ¿es el reflejo de los emergentes cobrizos –en acelerado proceso de enriquecimiento– aliados con el más antiguo poder local, los cacicazgos?
Los datos de la realidad evidencian con creciente nitidez que el MAS no es un partido político con un programa. El MAS es un método –donde la confrontación y la violencia son la vanguardia– y un estado de ánimo, que refleja un hastío por décadas, siglos de humillación.
El MAS es el mejor espejo de un grupo social interclasista, subalternizado secularmente por su color de piel y su procedencia étnica. La distancia con el poder tradicional no es la visión socialista, mucho menos comunitaria y tampoco es la diferencia económica.
Al contrario, la ambición de los masistas es convivir con las fuerzas económicas más tradicionales desde hace 500 años: los usureros (hoy banqueros y librecambistas); los comerciantes, legales o contrabandistas; los agroindustriales honestos o depredadores; los dueños de minas, con NIT o sin NIT; los campesinos prósperos, soyeros o cocaleros. No por casualidad sus principales voceros son dueños de empresas transportistas, negocios de autoventa, señoras con hijos en colegios carísimos o becados en Europa, loteadores de tierras urbanas y rurales.
Rostro repetido entre los personajes de la coalición presentada como MAS para las elecciones en el departamento del Beni con el objetivo de reemplazar al gobernador, después de una “estrategia envolvente” o golpe de estado del método masista.
¿O los migrantes en Yucumo son los pobres del departamento? ¿O los caciques Maluf y Guiteras ahora representan a los desterrados de la tierra? ¿O la carismática Jordan es la indígena que lucha por el bosque? ¿O los mototaxistas son los bolqueviques de la muchedumbre abigarrada, etc.etc., que describe un teórico afrancesado?
Mucho ignoramos sobre el Beni, sobre los patriotas cruceños que salieron hacia el norte desde fines del Siglo XIX. ¡Qué fácil es llamarlos simplemente explotadores y juntar el aceite con el vinagre, sin detenerse a conocer biografías de las duras jornadas de esos pioneros!
¡Con qué simpleza hablan los ministros collas de “ganaderos” y de “terratenientes” porque no tienen la más pálida idea del trabajo de los dueños de fincas y de haciendas en el hato ganadero, para ganarle al agua! Esas mujeres, muchas descendientes de árabes y europeos de primera generación, que se quemaron las manos fabricando lejía o se tiznaron para siempre el cutis con el carbón de la cocina.
¡Qué fácil decir que ganaron los conservadores en el Beni, sin examinar quiénes estaban en la vereda del frente. Sin nombrar el efecto Tipnis y sin admirar los logros de tantas alcaldías en manos de esos “conservadores”.
La autora es periodista
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