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lunes, 29 de marzo de 2010

el diario de Sevilla escribe una crónica...sobre Evo que tiene la cabeza tan desorganizada...no sé qué pasara con él...si lo sacan del poder los militares...veamos

NO sé qué va a pasar con Evo Morales, el indígena que gobierna Bolivia con aires populistas y anticapitalistas, si saldrá adelante con su revolución de los pobres, si se moderará con el tiempo o si lo sacarán del poder los militares y la burguesía occidentalizada. En algo va a fracasar, seguro: en su reciente campaña contra la impuntualidad. 

Conseguir que los bolivianos sean puntuales es una batalla perdida. Lo dice la historia, y en toda la América hispana. Antes que él lo intentaron Alan García en Perú y Lucio Gutiérrez y Rafael Correa en México. Fracaso absoluto. Escribe Joaquín Ibarz en La Vanguardia que los latinoamericanos nunca llegan a su hora a ninguna cita. Más aún, la impuntualidad es como una seña de identidad de aquella tierra, en la que lo único que comienza a la hora anunciada son las corridas de toros.

Es una patología colectiva que no conoce clases sociales ni religiones. Como una epidemia continental. La presidenta argentina, Cristina Fernández, la simboliza a la perfección. Siempre llega tarde, a cualquier parte que vaya y sea quien sea el que la aguarda. Cuando viajó hace meses a Madrid hizo esperar al Rey de España cuarenta minutos en la cena de gala a la que la invitó en el Palacio de Oriente. Todavía se recuerda que en la cumbre del G-20 se retrasó, como es hábito, y los líderes mundiales tuvieron que repetir la foto oficial para que también apareciera la primera dama argentina. Pero de México a la Patagonia, las demoras en actos oficiales, citas de negocios y otras contingencias más cotidianas son moneda común.

No sé si esta falta de formalidad y precisión tiene algo que ver con el clima, que invita a la galbana y la calma chicha, o es una herencia española relacionada con nuestras largas sobremesas y charlas morosas. La verdad es que aquí, en la metrópoli, a pesar de los horarios inconcebibles, se va imponiendo un modo de vida más medido y cronometrado, en el que las citas tienden a no incumplirse más allá de los minutos de tolerancia o cortesía. Pero todavía son muchos los españoles impuntuales. Unos lo son voluntariamente, para darse pisto, porque se creen más importantes socialmente si llegan tarde por sistema; otros quisieran cumplir, pero tienen la cabeza tan desorganizada que nunca lo consiguen. Los hay que echan mano del socorrido truco de adelantarse quince minutos el reloj para llegar a tiempo, aunque agobiados por la hora ficticia con la que se engañan, y también los hay, más que nada en el mundo rural, que si quedan contigo te dicen "por la mañana" o "por la tarde", sin especificar más. Tener prisa en determinados ambientes es tontería.

Lo mejor de ser Rey es que nunca llegas tarde: hasta que uno no se sienta nunca empieza el acto. Sea por la mañana o por la tarde.

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