Si hay alguien que conspira contra el Presidente, ese alguien esta dentro suyo y de su gobierno. Ese alguien tiene una forma de conspiración no violenta o espectacular pero muy efectiva a mediano plazo.
De lo que se trata en suma es de hacer quedar en ridículo a Morales haciéndole meter la pata en toda ocasión que se presente. Cómplice de esta conspiración es él mismo, es decir, su aguda incontinencia verbal y que con un gesto de resignación describía muy bien el presidente peruano al decir “Evo es así, no va a cambiar”.
Protesta: efectivos de la Policía resguardan el Consulado peruano tras la marcha de los vecinos (foto La Prensa)
Evo, en esa santa indignación que lo embarga cuando se contraria sus reales designios, anunció que demandaría al Perú ante la Corte de Justicia de La Haya por haber dado asilo y refugio a tres exministros de Gonzalo Sánchez de Lozada acusados de complicidad en la “masacre de octubre”.
A nadie se le ocurrió en la Cancillería recordar a Evo que no se trata de recurrir así por así a ese tribunal internacional sino que existen varios requisitos, entre ellos que el demandante sea signatario del Pacto de Bogotá, lo que implica que este país se obliga a cumplir y acatar la sentencia de dicha Corte.
Bolivia no se ha adherido al Pacto de Bogotá y tendría que hacerlo primero si es que quiere recurrir al Tribunal de La Haya , pero al parecer, en la Cancillería saben mucho más sobre el sexo de las piedras que sobre Derecho Internacional y no le advirtieron de este detalle al presidente.
El presidente “indígena” supone que sus malacrianzas también tienen que ser tolerados en el ámbito internacional y por eso no busca un adecuado asesoramiento antes de lanzar sus amenazas y queda en ridículo y, lo que es peor, hace quedar en esa misma situación a Bolivia.
A parte de eso, la amenaza de Evo constituye una inconsecuencia, ya que de manera permanente ha negado la competencia de organismos internacionales para dirimir casos como, por ejemplo, la nacionalización de ENTEL.
Como de costumbre, Morales es prisionero de sus propias palabras y acciones. Es seguro que si el Perú hubiera decidido acudir a La Haya cuando Bolivia negó la extradición de su asesor, el emeretista Walter Chávez, Evo hubiera considerado la medida como una inaceptable injerencia en los asuntos internos.
El conocimiento y el análisis no es el fuerte de Evo y a esta altura esto no es ningún secreto dentro y fuera del país, pero al menos su ejército de asesores podrían hacer algo para balancear esa deficiencia recomendándole mesura en sus expresiones, en vez de aplaudir y justificar sus exabruptos. No hay necesidad de hacer sus limitaciones mas evidentes de lo que ya son.
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