El título de esta columna es una sentencia del papa Francisco que yo relaciono con el adagio “la necesidad tiene cara de hereje” (necessitas caret lege). Me vino a la mente ante las respuestas a la crisis global de la energía que afecta también a nuestro país. Podremos estar protegidos de sus efectos durante un tiempo, gracias a las reservas internacionales y a ciertas peculiaridades de la economía boliviana, pero nunca blindados, de modo que es urgente tomar en serio el rumbo de la economía boliviana, en la cual la energía juega un papel protagónico. Personalmente creo que, por el bien de Bolivia, ha llegado la hora de despolitizar los temas económicos y buscar las mejores soluciones para enfrentar los tiempos difíciles.
El sector energético del país parece haber perdido una década, durante la cual se han malgastado las oportunidades ofrecidas por las reservas de gas descubiertas en la década de los ’90 gracias a las inversiones extranjeras. Si bien los ajustes a la política tributaria energética eran necesarios, no obstante, el abocarse casi exclusivamente a agotar los yacimientos existentes y a espantar a los inversionistas ha llevado al actual Gobierno a una situación de desesperación ante las consecuencias que tendría la falta de gas para su proyecto de poder perpetuo.
¿Qué significa “despolitizar” la energía? En primer lugar quiere decir reconocer que a la economía se le aplica el título de esta columna. Por ejemplo, el dogma del 50-50 sobre los ingresos de los hidrocarburos, simple y efectivo en tiempos de bonanza del gas, aparentemente será reemplazado --Ley de Incentivos mediante-- por un 38-62, devolviendo 12 puntos del IDH a las petroleras. Asimismo la industrialización deberá supeditarse a la realidad de mercados y reservas antes de lanzarse a nuevas aventuras con los polietilenos.
En segundo lugar despolitizar la energía significa emprender una nueva relación con las regiones productoras. Tarija ha estado reclamando participar activamente como socio de los emprendimientos de YPFB, pero ese pedido fue rechazado con displicencia. Ahora es el momento de transformar YPFB de una empresa del Gobierno a una empresa de los bolivianos, con el aporte de las regiones y también de los ciudadanos que quieran invertir en ella fiscalizando, al mismo tiempo, las decisiones que se tomen. De hecho, la rebaja del IDH que impone la Ley de Incentivos a sus beneficiarios debería transformarse en aportes de capital de los gobiernos subnacionales en las subsidiarias Andina y Chaco.
En tercer lugar, despolitizar la energía quiere decir dejarse de poses ideológicas y priorizar el bien común. Me parece que la reacción negativa de la población a lo “nuclear” se debe en gran parte a declaraciones ambiguas de varias autoridades del Estado sobre la “energía nuclear”, cuando lo que el país prioritariamente requiere es “tecnología nuclear” para la salud, la industria y la investigación.
Finalmente, hay que despolitizar la ampliación de los mercados de la energía. Dejando de lado el gas, por muchos motivos, la exportación de energía eléctrica, mejor si producida por las plantas hidroeléctricas en construcción, podría revertir el déficit comercial con Chile, país que soporta las tarifas de electricidad más caras de las Américas. Al fin y al cabo, los electrones no son moléculas de gas y tampoco se quedarían en Chile, sino que van y vuelven.
Entiendo que este tema sigue siendo delicado, más aún en el actual contexto diplomático. Sin embargo, mediante fórmulas creativas, que incluso podrían contribuir al éxito del ineludible diálogo post-La Haya, veo posible generar beneficios económicos mutuos y vencer la recíproca desconfianza.