La Comisión de Derechos Humanos de la Cámara de Diputados de la Asamblea Plurinacional, constató últimamente hechos que entenebrecen aún más la imagen del sistema penitenciario boliviano, considerado como uno de los peores de América Latina y del mundo, por las graves deficiencias que acusa, no solo de tipo infraestructural sino también de trato y atención a los reclusos. Los miembros de dicho grupo parlamentario de trabajo verificaron que a los reclusos de los penales de Trinidad, Riberalta y Guayaramerín, no se les proporciona el ‘prediario’ desde hace tres meses. Comprobaron asimismo que duermen apretujados al extremo en celdas pequeñas, mezclados con asesinos, narcotraficantes y asaltantes.
Semejante promiscuidad contradice en forma abrupta principios de clasificación de reclusos para que estos sean ubicados en grupos diversificados, conforme a la gravedad del delito cometido y en concordancia con los objetivos de reinserción social que persiguen los regímenes penitenciarios modernos. Obviamente que estas normas son de difícil cumplimiento en cárceles como las benianas e incluso de otros departamentos del país, carentes de los espacios elementalmente necesarios para ello.
Semejante promiscuidad contradice en forma abrupta principios de clasificación de reclusos para que estos sean ubicados en grupos diversificados, conforme a la gravedad del delito cometido y en concordancia con los objetivos de reinserción social que persiguen los regímenes penitenciarios modernos. Obviamente que estas normas son de difícil cumplimiento en cárceles como las benianas e incluso de otros departamentos del país, carentes de los espacios elementalmente necesarios para ello.
Agravando la situación hay algo que igualmente constató la citada comisión y que trascendiendo lo meramente anecdótico bordea ya la ciencia ficción: algunos reclusos de un momento a otro pasan de tales a limosneros callejeros. Como no reciben prediario ni se les atiende en sus necesidades alimenticias, salen del penal a pedir limosna en la vía pública y mercados mientras que los que permanecen en las cárceles se resignan a cocinar con huesos reciclados y productos totalmente descompuestos.
¿Qué está pasando en los citados recintos carcelarios? ¿Es que desde los respectivos niveles administrativos no se les envía los recursos previstos para cubrir el ‘prediario’ y la alimentación de los reclusos? ¿Las autoridades de los penales permiten que los internos se conviertan en mendigos de la calle a fin de que no se mueran de hambre o por falta de atención médica oportuna como últimamente le ocurrió a un recluso del penal cruceño que padecía tuberculosis?
Son interrogantes, las anteriores, dirigidas a las autoridades nacionales y departamentales con responsabilidades y obligaciones específicas respecto al sistema penitenciario. Es de esperar que sus respuestas no demoren demasiado y que ellas contengan no solo una aclaración convincente, sino también las medidas a adoptar para que en las cárceles deje de acontecer lo que es objeto de estas consideraciones.
Creemos que igual obligación corresponde a los candidatos a la gobernación del Beni, quienes debieran incorporar a sus campañas, de cara a las justas electorales regionales de enero de 2013, propuestas sobre una oportuna y definitiva solución de tan agudo y preocupante problema.
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