El fin de semana anterior al Día del Mar el periódico chileno, El Mercurio, logró una entrevista con el Presidente Morales, fue noticia de primera plana el 23 de marzo pasado y transcrita en su totalidad en páginas interiores.
Por su lectura, se nota que la entrevista se desarrolló en un ambiente cordial y sincero. El Presidente Morales no vaciló en calificar el estado de relaciones chileno bolivianas como las mejores que se han tenido en muchísimo tiempo y él considera el diálogo como la mejor manera de analizar los temas. Consultado sobre la negativa chilena a cualquier cesión de soberanía, el antiguo rey de los bloqueadores, calificó esa diferencia de criterios como “un bloqueo” que es responsabilidad de los gobiernos solucionar.
Sobre si se recurrirá a una demanda ante los tribunales internacionales, declaró textualmente: “Yo no soy experto legalista ni constitucionalista ni en demandas internacionales. En eso no creo tanto”. “Yo creo mas en la sinceridad, en la confianza y en los resultados que beneficiarán a los pueblos”. Finalmente, cerró la entrevista indicando sobre su discurso el Día del Mar: “Voy a consultar a mi equipo, pero mi discurso siempre será para seguir profundizando confianza”.
Naturalmente, con ese tipo de declaraciones el discurso en el Día del Mar fue fuertemente rechazado. El gobierno chileno manifestó que el mantener un diálogo y al mismo tiempo enfrentar una demanda, sería una “pretensión inaceptable”.
Pero a estas alturas, usted señor lector se debe estar preguntando ¿qué tiene que ver la energía y/o hidrocarburos con la salida al mar? Pues tiene que ver y mucho.
Veamos rápidamente desde el principio. La producción de Standard Oil en 1929, superaba de lejos el consumo interno. Por ese motivo solicitó al Gobierno se le permita construir un oleoducto por el Chaco para llegar al río Paraguay, frente a Asunción.
El oleoducto propuesto tuvo una fuerte oposición del gobierno paraguayo y no fue construido. Esa negativa pasó a ser un fuerte componente de la tesis “pisar fuerte en el Chaco” que nos precipitó esa terrible guerra.
A mediados del siglo XX, la Gulf Oil Corporation lideró el retorno de la inversión privada en petróleo al país. Gulf había aprendido la lección de Standard Oil, por tanto exigió como condición la existencia de un oleoducto hasta el mar. Por tanto colaboró en la gestión y cooperó en el financiamiento del oleoducto Sica Sica – Arica que hasta la fecha es nuestro único medio para exportar petróleo a ultramar.
Pero para el siglo XXI el país había cambiado, se convirtió en país gasífero. La tecnología permitía liquificar el gas y transportarlo por barco. Adicionalmente, el gas es ahora el combustible preferido. Así, para poder salir al mercado internacional, se debe liquificar gas boliviano en la costa. Las figuras políticas que componen este gobierno se opusieron tenazmente al proyecto, logrando inclusive el cambio de gobierno.
A la fecha Argentina y Brasil son nuestros únicos mercados importantes. Ambos reticentes a la importación. El siglo XXI brindó la posibilidad de salida hacia el Atlántico. Brasil propuso la construcción de presas binacionales en la zona fronteriza del Río Madera y que todas sean dotadas y esclusas para poder navegar desde Guayaramerín hasta Porto Velho en el Amazonas, puerto al que llega el tráfico trasatlántico. La propuesta fue rechazada por nuestro país. Muy lamentable la emisaria con la propuesta fue la actual presidente del Brasil, Sra. D. Rousseff.
Finalmente, el mes de mayo se iniciará la conformación de la Comunidad del Pacífico integrada por Chile, Perú y México. Conferencia a la que deberíamos asistir por lo menos en calidad de observadores si realmente creemos en nuestra vocación al Pacífico.
Seamos claros, para el desarrollo de la industria gasífera nacional, necesitamos poder liquificar en la costa. Este proyecto tomará varios años confirmarlo y debemos comenzar ahora para no terminar el 2020 como rehenes de los mercados brasileros y argentinos.
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