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jueves, 9 de julio de 2009

con el título de Las Aguas del Silala, el orureño La Patria se une a los potosinos reclama por trato justo con Chile

El tema de las aguas del Silala y la solución que diplomáticamente estuvo buscando el Gobierno de Santiago de Chile con el nuestro, avanzó de manera práctica para los vecinos, pero no satisfizo la expectativa de los hermanos potosinos y en general de los bolivianos, pues se trata de una posición que en ningún caso reconoce lo que se ha venido en llamar la “deuda histórica” que tiene Chile por el uso indebido de aguas bolivianas, desde hace muchos años.

Han sido muchas las negociaciones sobre el delicado problema, se incluyeron visitas de inspección a la zona de los canales de distribución que abrieron los chilenos para desviar nuestras aguas, pero no quisieron establecer la verdad sobre el nacimiento del curso del agua potable que proviene de un manantial en la jurisdicción boliviana y no se trata de ningún río que atraviese por los dos territorios, ya que de haberse aclarado en el terreno este problema, las cosas cambiarían sustancialmente a favor de las expectativas bolivianas.

De acuerdo a un informe final existiría la posibilidad de suscribir un acuerdo por el cual, los usuarios de las aguas del manantial boliviano, reconocerían el pago de un 50 por ciento de una cuota estimada técnicamente por el usufructo del agua potable pero, esto es lo insólito, a partir de la suscripción del acuerdo prácticamente “liquidando” la millonaria deuda de los años anteriores en un tácito beneficio para Chile y una horrorosa pérdida para Bolivia.

Resulta que el pago parcial se mantendrá en tanto se complete un estudio “científico” que determine si las aguas del Silala provienen de un manantial como sostiene Bolivia o si se trata de un río de curso binacional, tal como defiende el Gobierno de La Moneda, pero lo interesante es que ese estudio puede demorar el tiempo que quiera Chile porque la diplomacia boliviana simplemente no tiene “carácter” para exigir derechos y rechazar argumentos que no condicen con nuestros intereses.

La deuda del siglo no puede diluirse por un mal acuerdo diplomático, cien años del uso indebido del líquido elemento que ha permitido la vida de miles de chilenos en grandes ciudades y poblaciones debería ser cobrada bajo una explícita condición, establecer el monto de la misma, definir un plan de pagos y paralelamente aceptar ese 50 por ciento de cuota, pero fijando entre ambas partes el trabajo de la comisión científica cuanto antes, integrada además por delegados de alto nivel profesional de las dos naciones.

Al margen del tratamiento del tema del Silala nuestro gobierno deberá mantener vigente el pedido – también centenario – de lograr una salida al mar en las condiciones más favorables para operar un puerto que nos permita las anheladas tareas de exportación de nuestros recursos naturales y abrir la opción de recibir las mercaderías de ultramar para favorecer nuestro comercio.

Se trata de acuerdos bilaterales que en la diplomacia actual deben ser plenamente comprensibles, por tanto accesibles a definiciones que no lesionen las actuales relaciones que comercialmente se acrecientan diariamente.

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