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miércoles, 19 de diciembre de 2007

la problemática boliviana. terminada la era evo morales

Manuel Freytas que estamos citando en éste blog ha estudiado a fondo el caso boliviano y dentro de sus esquemas la era de evo morales, está poco menos que terminada. ahora el turno será de García Linera. aunque no compartimos totalmente el pensamiento de Manuel, especialmente en las motivaciones del conflicto autonomías - poder central, encontramos muy interesante el razonamiento que utiliza:

El plan para suceder a Morales, el nuevo escenario de conflicto que se aproxima, y la estrategia del dominio norteamericano en Bolivia. Una proyección a futuro inmediato.

Por Manuel Freytasmanuefreytas@iarnoticias.com
Bolivia (como sucede en todas las áreas de resolución de conflictos económicos-geopolíticos del planeta sujetas a la dominación norteamericana) se compone de un tablero y de diferentes piezas movidas por un solo jugador: EEUU y los intereses del capitalismo transnacional.
En Bolivia, la prensa del sistema (como metodología "informativa" disociante) esconde al jugador (EEUU y el capitalismo) y muestra solo las piezas del tablero (Morales y la oligarquía) en una confrontación donde el factor estratégico que la impulsa (los intereses capitalistas transnacionales en Bolivia) quedan ocultos para las mayorías que se "informan" por los canales convencionales.
La guerra por el control del Estado
¿Porqué se pelean Morales y la oligarquía?
Hay una respuesta básica: Evo Morales y la oligarquía se pelean por dinero y por el control del aparato del Estado boliviano.
El discurso de confrontación político-ideológico es sólo un disfraz (para movilizar y exacerbar a las masas de ambos lados): El gobierno "indígena-burgués" de Morales se enfrenta con la oligarquía vernácula por dos razones fundamentales: Control del aparato gubernamental boliviano y manejo de los fondos y activos estatales.
El gobierno de Morales, ha concentrado en su corta gestión, un gran poder político-burocrático compuesto por políticos y funcionarios del partido gobernante, el MAS, que han utilizado fondos del Estado para construir una red "clientelista" asalariada entre los sectores pobres, indígenas y políticos-sindicales (su base de movilización callejera).
Utilizando el "asistencialismo" y los subsidios entre los sectores más pobres, la burocracia política que rodea a Morales consolidó una red de "movilización popular" (incluidas fuerzas de choque como los "ponchos rojos") que utiliza para sus enfrentamientos callejeros con las fuerzas de choque de las oligarquías de las provincias ricas que controlan los recursos energéticos.
Y hay un tercer factor gravitante de discordia: Si bien la administración de Morales respeta a rajatabla los intereses del capitalismo transnacional (no expropió las empresas y los recursos energéticos siguen bajo control de las multinacionales), la actual Constitución que aprobó unilateralmente el gobierno afecta intereses concretos de la oligarquía tradicional y de la burguesía comercial (socias locales del poder económico transnacional).
Y esto implica una primera definición: Morales no está enfrentado a EEUU y al poder económico transnacional (que sigue controlando la estructura económico productiva de Bolivia), sino que está en guerra con su socio local (el establishment burgués-oligárquico) por el control del aparato del Estado.
Con un agregado: esa guerra (entre el gerente y los socios económicos del Imperio) es perjudicial para los intereses transnacionales ya que desacomoda la gobernabilidad y la "alternancia democrática" establecida por la estrategia del control norteamericano en la región.
El nuevo escenario de conflicto
En junio de 2005, el jugador imperial (EEUU) movió la pieza Evo Morales en el tablero para dividir la protesta social-sindical que tenía paralizada a Bolivia y amenazaba con extenderse afectando intereses económicos estratégicos de las petroleras, empresas y bancos transnacionales.
Presentado mediáticamente como un "cuco" (enemigo de paja), Morales con su partido, el MAS, se propusieron como "salida alternativa" y dividieron y desinflaron la gigantesca protesta popular aceptando participar en las elecciones convocadas para "salvar a Bolivia de la guerra civil".
Hay que aclarar que el fantasma (o los rumores) de la "guerra civil", manipulados mediáticamente, es una herramienta que utiliza recurrentemente el Imperio norteamericano para desactivar y/o dividir las protestas populares por medio del miedo al "derramamiento de sangre".
Morales emergió como "opción electoral" en el 2005 dentro de un escenario dominado por el miedo a la "guerra civil" preparado por la propia embajada norteamericana y las cadenas mediáticas imperiales con la CNN a la cabeza.
El ingreso de Morales a la presidencia de Bolivia (léase gerencia de enclave del poder económico transnacional) implicó la pérdida histórica del control del aparato estatal para la oligarquía que comenzó a conspirar para derrocarlo.
En los últimos días, la "revolución democrática" de Evo Morales, y la oligarquía "autonómica" opositora del oriente boliviano, radicalizaron sus discursos, compitieron con manifestaciones multitudinarias en La Paz y Santa Cruz, desoyeron los llamamientos a la moderación, y todo indica que están dispuestas a medir sus fuerzas en una confrontación callejera violenta que se tornaría inevitable.
La "gobernabilidad" en peligro
Morales, al igual que Chávez, busca la consolidación institucional de su poder político imponiendo su propia carta constitucional, y el poder oligárquico ya le respondió con la puesta en marcha de estatutos que, de hecho, separan a las cuatro provincias más ricas de Bolivia del gobierno central.
En la práctica, y como afirma la agencia boliviana Econoticias, en Bolivia hay dos gobiernos. Uno, el legal, del presidente indígena Evo Morales, tiene masivo apoyo campesino y el control del altiplano (La Paz, Oruro y Potosí). El Ejército y la Policía responden sólo formalmente a su mando, y una partede los sindicatos y las clases medias lo apoyan, aunque sin mucho entusiasmo.
En los valles y llanuras del oriente y sur del país, pesa más, en cambio, la oligarquía latifundista y la burguesía financiera-comercial, que cuentan con la adhesión militante de una porción de las clases medias y la sumisión de sectores sindicales y organizaciones cívicas y populares.
En seis de las 10 más grandes ciudades bolivianas gobierna de facto la oligarquía. Allí, nadie respeta a Evo Morales y emerge con fuerza el racismo, el separatismo y las bandas armadas ultraderechistas. Allí, la izquierda indigenista no tiene discurso ni consignas y está arrinconada y perseguida.
En este escenario Bolivia se encuentra técnicamente en una situación de "ingobernabilidad" y al borde de la ruptura institucional, es decir, exactamente en las antípodas del objetivo buscado por la estrategia regional de EEUU y a contramano de los intereses del poder económico transnacional, que nuevamente -como en el 2005- ve sus negocios amenazados por la falta de "paz social".

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