El viaje en el túnel del terror
Carlos Miranda Pacheco
La caída de precios del petróleo, iniciada en 2014, ha sido como un viaje en el túnel del terror para todas las empresas exportadoras de crudo. Aparentemente, por la estabilidad de precios del WTI y Brent, en enero y febrero de este año, el viaje ha concluido. A su llegada, los viajeros ahora han encontrado un paisaje diferente con el gran marco del Convenio de París: la vigorosa actividad para producir electricidad con fuentes renovables y teniendo en el banco de suplentes al litio, que está pendiente de hacer su gran ingreso al sector de transporte a base de las grandes inversiones de las compañías automovilísticas y otros. Por tanto, se está en un periodo de evaluación de los efectos del viaje por el túnel del terror por todas las empresas petroleras. En tal sentido, veamos cómo están las grandes empresas petroleras estatales latinoamericanas.
PEMEX ha sido la empresa más afectada. Al efectuarse la reforma energética en México se cometieron dos errores de cálculo: al permitir la participación privada en el sector se establecieron regulaciones, como si el precio de 100 dólares/barril fuera el precio permanente del petróleo y, además, que las empresas acudirían rápidamente a firmar contratos.
La caída de los precios del petróleo no permitió a PEMEX establecer contratos y se embarcó en el viaje del túnel del terror sin contratos nuevos, pero con regulaciones nuevas y con 30.000 millones de dólares de deuda externa. Realizó el viaje con un exceso terrible de equipaje, lo que significó que al final saliera con 100 mil millones de dólares de deuda, producción menor a dos millones de barriles por día y reservas fuertemente disminuidas. Se cree que PEMEX no podrá pagar esa deuda sin una fuerte ayuda del Gobierno Federal. Moody’s estima que PEMEX podría ser totalmente insolvente en dos o tres años. El Gobierno mexicano ha indicado que dará toda la ayuda necesaria a PEMEX, pero con la aparición del señor Trump en Washington, el dicho popular de ese país parece ser un acierto al decir que la desgracia mexicana es estar tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos.
Petrobras realizó el viaje en el túnel del terror muy mal acompañado porque estaba envuelto en el escándalo de corrupción más grande que ha tenido Brasil y que ha significado la salida de la expresidenta Dilma Rouseff e, incluso, que el presidente de la empresa constructora más grande del mundo, Odebrecht, vaya a pasar 19 años en prisión. En octubre pasado Petrobras ha indicado que venderá activos por un valor de 35.000 millones de dólares. Al presente ya ha realizado ventas por 17.000 millones de dólares, con lo cual ha reducido su deuda a la mitad. Además, el PreSal es un verdadera realidad. Ya se han producido 1.000 millones de barriles; por tanto, la política de Petrobras para salir adelante seguirá siendo la venta de activos y ceder posiciones en campo PreSal. La inversión privada está retornando a Petrobras y empieza a aparecer un aire de optimismo, que cautamente Moody’s califica diciendo que Petrobras está retornando, pero que no ha salido del bosque.
El comportamiento de Ecopetrol en este panorama desolador es admirable. Enfrentó la caída de precios del petróleo reduciendo sus costos de operación hasta llegar a un 50%. Recibe la mitad por barril producido. Ha postergado sus expansiones y limitado todos sus gastos de bienes de capital y ha restringido totalmente operaciones riesgosas. Fue invitada a invertir en Bolivia repetidas veces, pero diplomáticamente se excusó de hacerlo. Ha mantenido su nivel de reservas y de deuda externa; por tanto, es una empresa que casi no ha sido afectada por la caída de precios.
Nuestra empresa estatal no realizó el viaje en el túnel del terror. Por las fórmulas de los contratos de exportación de gas, las variaciones de los precios del petróleo tienen un gran retraso para reflejarse en los precios del gas. Nosotros hemos ignorado el viaje en el túnel del terror y con una dedicación digna de mejor causa: hemos estado haciendo todo lo que no se debe hacer cuando los precios están de caída. Inversiones innecesarias, como el abastecer con GNL a poblaciones menores. Se está adquiriendo equipos de perforación sin tener dónde utilizarlos. En la peor forma posible, se ha instalado una planta de fertilizantes.
Todos los proyectos de YPFB son financiados con préstamos de reservas del Banco Central. Ahora último se está perdiendo mercados de exportación y la compañía no ha realizado ningún ajuste para reducir sus costos. Lo más grave es que no ha logrado aumentar reservas ni inversiones extranjeras. Qué lamentable, dos íconos del nacionalismo petrolero, YPFB y PEMEX, están camino a ser soportados por el Estado.
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