El año 2017 no podía empezar de peor manera para YPFB. La esperanza alentada por la estabilización del precio internacional del barril de petróleo en torno a 50 dólares, ha sido pronto desdibujada por la baja de la producción de gas, a causa de la menor demanda del mercado.
Todo el esfuerzo de nuestras autoridades por anunciar récords históricos de extracción (que tampoco eran tales) se ha venido abajo por no tener a quién vender nuestro gas.
¿Qué está pasando con nuestro sector de hidrocarburos? Sencillamente está golpeándonos crudamente la complejidad de esa industria y la multiplicidad de variables implicadas, aparentemente no bien manejadas.
Lo primero es contar con el recurso, el gas en nuestro caso. Teniendo gas, YPFB puede buscar mercados y celebrar contratos; sin gas sólo tenemos excusas. Hay reservas de gas, pero no están certificadas simplemente porque a las autoridades del ramo no les da la gana, violando "su” propia ley. No es que no lo hacen por descuido, ni para ahorrarse dinero que no les falta, sino porque no les conviene que el pueblo sepa. O sea, "transparencia cero”.
Lo segundo es tener un mercado a quien vender. YPFB tiene tres mercados, históricamente estables y crecientes. Sin embargo, por motivos aún poco claros, dos de los tres mercados se han derrumbado en las últimas semanas. Me refiero, por un lado, al mercado interno, que podría demandar hasta 15 MMmcd, pero sólo pide 12 MMmcd. Por el otro lado está Petrobras, que ha reducido drásticamente su demanda de un promedio de 30 a 12 MMmcd. La explicación ha sido el presunto superávit de hidroelectricidad de nuestro mayor cliente. Puede ser en parte cierto, pero también hay otras causas que analizaré en una próxima columna. Según la cláusula "take or pay”, del contrato, Brasil paga por el gas no retirado pero que recogerá en algún momento, tal vez cuando nuestra capacidad productiva no sea tan holgada.
En todo caso, YPFB tiene que lidiar con un recorte de producción de 60 a 40 MMmcd. Si recordamos que la respuesta de YPFB a la baja de precios fue el incremento de volúmenes, es evidente el fracaso de esa estrategia. Adicionalmente, un importante volumen de gas necesita ser reinyectado o venteado o quemado, y eso cuesta. Nadie informa acerca del manejo de esa contingencia técnica. Como si eso fuera poco, peligra el abastecimiento interno de gasolina, extraída mayoritariamente del condensado asociado con el gas. Si la producción de gas sigue inferior a 50 MMmcd, estimo que habrá un déficit de gasolina y el país deberá recurrir nuevamente a la importación.
Paralelamente, la renta petrolera ha caído a causa de los volúmenes y precios. A pesar de los esfuerzos de la OPEC y aliados, el precio del barril de petróleo se mantiene bajo, aunque no tan bajo como los 26 dólares a los que cayó el año pasado, pero muy lejos de los 100 a los que nos acostumbramos durante años. Por lo tanto, habrá menos recursos para los ministerios (exceptuando, por lo visto, el de la Propaganda) y un estrepitoso descenso del IDH y de las regalías para los gobiernos locales y las universidades. Es decir, se avizoran potenciales conflictos sociales.
Un ulterior factor que agudiza esta crisis es la falta de institucionalidad. Interinatos injustificados, pugnas entre YPFB y ministerio, falta de transparencia en los contratos firmados (el confuso caso Drillmec, por ejemplo) hacen que el pesimismo que nos deja el manejo frívolo del sector se agrande, más aun teniendo el nuevo contrato con Brasil en puertas.
¿Y el Dakar a qué viene? ¡A nada! Pero creí que su sola mención en el título de esta columna podía ayudar a mitigar ese pesimismo, como hizo el circo de esa carrera con los demás problemas del Gobierno.
Francesco Zaratti es físico y analista.
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